Gonzalo Torné

Una de las promesas más estimulantes del ebook ha sido la esperanza de facilitar la lectura de libros escritos en los diversos países de habla española. Una circulación internacional de textos que antes de la aparición del digital se había visto entorpecida tanto por las dificultades de distribución como por los altísimos precios (además, pero ese es otro asunto, de las políticas editoriales).



Aunque parecen haberse hecho significativos avances los propios editores aseguran que queda mucho camino por recorrer, en buena medida por la enorme extensión y la diversidad cultural del territorio sobre el que se quiere intervenir.



Gran parte de los problemas que hay por resolver están relacionados con las distintas legislaciones, pero conviene no deseñar una cuestión cultural: la de cómo generar un interés mutuo (con las inevitables asimetrías) entre las literaturas de cada país. Dicho de otro modo: una lengua común es un activo muy poderoso para constituir un mercado pero es imprescindible también que se despierte cierto sentido de pertenencia cultural: de simpatía, de curiosidad, de urgencia… La clase de atracción cultural (casi gravitatoria) que sí ha impuesto la cultura estadounidense (sin necesidad de compartir idioma), y cuyas marcas exteriores serían revistas, periódicos, suplementos o espacios culturales donde se escenificase ese diálogo e interés recíproco entre países, y que ahora no existen en un grado significativo.



Cambiar las inercias del papel y del modelo cultural vigente (y todavía rentable) parece una tarea casi inabordable, ¿pero qué está pasando entre los nativos digitales para quien todas estas posibilidades de circulación no tienen que imponerse sobre una estructura previa sino que son, por así decirlo, naturales?



Pues ocurre por ejemplo lo que está pasando en el ámbito de la poesía: se pueden encontrar espacios comunes donde los jóvenes poetas publican y comentan muy intensamente sus trabajos. La diferencia con las revistas de toda la vida es la amplitud, que no se confina a una región a un país, pues los gestores de estas páginas se benefician del idioma común para leerse entre ellos, a enormes distancias, de manera instantánea. Gracias a la dedicación de entusiastas intermediarios con criterio como la poeta y editora española Luna Miguel, se va tramando de manera natural esa simpatía y curiosidad mutua, imprescindibles, a mi juicio, para que cuando los ebooks puedan circular sin trabas exista la demanda.



Incluso me parece un acierto (aunque no sé si deliberado) que muchas de estas páginas (Poesía sub 25 en Perú, Enter Magazine, Transtierros y Revista TN en México, donde la actividad es intensísima Digopalabra en Venezuela, o la Cráneo de Pangea en Ecuador) sigan siendo "locales", adscritas a un país. Al fin y al cabo pocas cosas han sido más empobrecedoras para la lengua española que los intentos de diluir las particularidades idiomáticas y políticas en un estilo internacional, sin rugosidades ni complejidad. Sería un poco como si todos los tonos, temas y paisajes posibles de la literatura estadounidense se reprimiesen para fingir que todos sus escritores viven en Washington y se interesan exclusivamente por las mismas neuras.

Arquitectura en minúscula

Aprovecho esta ventanita para poner al lector sobre la pista de un blog de arquitectura que lleva cinco años funcionando y que para mí supone una lectura deliciosa y sumamente instructiva: http://arquitectamoslocos.blogspot.com.es/ . Su autor, José Ramón Hernández Correa, habla y mucho sobre aspectos arquitectónicos (el cero, la perspectiva moderna y la antigua, el edificio ortogonal y la escalera oblicua…), pero aquí no predomina el análisis ni la crítica (una disciplina sobre la que el autor tiene argumentadas dudas) de edificios concretos. Hernández Correa saber abrir sus posts a recuerdos personales (con frecuencias desmitificadores de la Arquitectura con mayúsculas), al trazo de perfiles vigorosos y simpáticos (algunos llenos de generosidad), y a temas francamente ingeniosos (como el decálogo provisional para arquitectos viajeros, el papel de los sufridos discípulos o el Hurbanismo, sí, con "hache"). Todo escrito con un tono simpatiquísimo, nada ansioso ni enconado, pero tampoco ingenuo y mucho menos conformista (¡nada conformista!) y cuya autoridad se apoya en una amplia y desprejuiciada cultura, y en un contundente sentido común.