Máquinas del tiempo caseras
Gonzalo Torné
En octubre del curso que ahora acaba Fernando García Mongay me invitó al II Congreso del Libro Electrónico que se celebró en Barbastro. Dediqué el tiempo de charla a comentar cómo, a mi juicio, casi toda publicidad y la literatura relacionadas con el libro electrónico se habían basado en sostener y divulgar una profecía: la sustitución más o menos inminente del libro de papel. Esta profecía (que se expresaba con la frecuencia machacona y acrítica de un slogan de campaña) se amparaba en otras sustituciones tecnológicas relativamente veloces: el vinilo por el CD, el VHS por el DVD, o el orondo dirigible por el estilizado avión, da igual, cualquier ejemplo valía.Los profetas de la sustitución se amparaban en su conocimiento superior del medio, pero todo conocimiento, por acreditado que esté, debe someterse a la prueba de la realidad, que como saben en todos los pueblos es tozuda; y hoy por hoy cualquiera que no tenga un interés ardiente en que la profecía se cumpla debe admitir que la sustitución (si llega a producirse) va para largo. Mi propuesta (para impedir que se incrementen los niveles de frustración) pasaba por abandonar la profecía de la sustitución y empezar a pensar en la inevitable convivencia: dedicar los esfuerzos a encontrar las diferencias entre los dos formatos para extraerle a cada uno el mejor rendimiento posible.
El congreso siguió adelante con ponencias sobre bibliotecas, mochilas digitales e inminentes modelos de negocio. Hacia el final, Darío Pescador (consultor de medios y director de proyectos de elearning), a quien le tocaba valoración de cuanto se había dicho hasta el momento, nos confesó que venía del futuro y que contaba con información de primera mano sobre el desarrollo del libro digital. No fui el único, pero tengo que reconocer que me equivoqué de punta a cabo: en el futuro, nos confesó Pescador, el libro de papel ya no existe.
Por desgracia no dispongo de una máquina del tiempo (aunque sospecho que Pescador nos estaba tomando el pelo) pero pasados unos meses me he dado cuenta de que estos artículos funcionan a veces como modestos viajes en el tiempo. Al fin y al cabo si renunciamos a los saltos (la parte divertida) todos somos viajeros temporales que avanzan hacia el futuro con el cuerpo y pueden regresar al pasado con el cerebro.
Los más de diez años de familiaridad con el mundo digital nos permiten leer hoy lo que decían los profetas en su presente como si fuéramos auténticos visitantes del futuro. En esta sección y durante este curso hemos visto truncarse muchas de estas profecías y en mi caso ha ido creciendo la convicción de que el mundo digital (no solo el libro) no dispone de un manual de instrucciones ni de un propósito ni de un fin, es un mundo al lado del mundo, un presente palpitante, sobre el que obviamente cabe conjeturar y arriesgar pronósticos, pero que como todo presente vamos haciendo entre todos, día a día, casi sin darnos cuenta.
Y como es el último artículo del curso: feliz verano (presente) para todos.
@IAjena