Arcadi Espada

El último libro de Janet Malcolm, Cuarenta y un intentos fallidos, incluye una nota final sobre la autobiografía. La titula Reflexiones sobre la autobiografía sacadas de una autobiografía abandonada y es la explicación de su desistimiento. Malcom opina que el yo del periodista es "una especie de narrador ultrafiable, una persona imposiblemente racional y desinteresada cuya relación con el sujeto se parece las más de las veces a la de un juez dictando sentencia". Por contraste Malcom sostiene que "la autobiografía es un ejercicio de autoperdón" y que el yo autobiográfico cuenta la historia de su protagonista "como podría hacerlo una madre".



Estas suposiciones son, desde luego, discutibles. Si se quiere buscar una analogía judicial del oficio del periodista más precisa parece la del fiscal y su búsqueda de la verdad. En cuanto al autoperdón solo es que Malcolm no ha leído las imperdonadas entregas autobiográficas del gran Jesús Pardo. Pero como sucede tantas veces con su escritura la grandeza de los asuntos planteados hacen empalidecer sus conclusiones.



La relación entre la escritura periodística y la vida es un asunto poco tratado. Tal vez una de las razones sea que el periodista no elige el tema de sus escritos, que se imponen por la vida y no por su vida. Pero al margen de que semejante condición no se cumpla siempre es interesante señalar la hipotética relación entre la vida del periodista y el modo de afrontar sus temas. Como es sabido Proust solucionó drásticamente el asunto para el literato dictaminando que el que escribía era un ser distinto del que vivía. Siempre me pareció más real y matizada la versión contraria que dio Sainte-Beuve. Ni la vida ni las convicciones de un periodista deben impedirle narrar la verdad de los hechos. Pero la autobiografía de un periodista puede iluminar como nada la complejidad y dureza de ese mandato.



@arcadi_espada