Image: Aquí están

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Opinión

Aquí están

2 octubre, 2015 02:00

Ignacio García May

Se cuenta de Gracita Morales que acostumbraba espiar a los espectadores desde detrás del telón, farfullando "¡Aquí están otra vez esos hijos de puta!". Si bien las razones de Gracita eran otras, es cierto que abunda en la profesión el desprecio al público y a todo lo que sea multitudinario, y se debe a que los teatreros constituyen uno de los colectivos más antidemocráticos que existen. Sí, ya sé que presumen a todas horas de lo contrario, y que les encanta cacarear sobre lo trascendental que les resulta la cultura popular, pero luego lloran sangre cuando la gente decide que lo que quiere ver no es lo que les ofrecen ellos sino el disparate ése de Jorge Javier Vázquez o cosas así. Se descubre entonces que la defensa de las mayorías está bien para las clases teóricas de revolución ciudadana; pero en la práctica el gremio reacciona exigiendo la reeducación obligatoria y urgente de la sociedad, a la manera categórica de los jemeres rojos.

Popular, lo que se dice popular, lo fueron Lope de Vega en su época y Eduardo de Filippo en la suya. Popular era Lina Morgan, que abarrotaba los teatros con espectadores de todas las edades y todas las clases sociales, y supongo que es por eso por lo que su muerte ha sido un acontecimiento de tal calibre que hasta los políticos se apresuraron a presentarle sus respetos, no por ella, sino porque había allí demasiados votantes como para pasarlo por alto. En los velatorios de la mayoría de los actores los únicos que están son sus colegas, preguntándose unos a otros ¿qué haces ahora? El de Lina rebosaba de espectadores. Ellos saben quién les quiere y quién no.