Image: El pulgar

Image: El pulgar

Opinión

El pulgar

9 octubre, 2015 02:00

Arcadi Espada

Es probable que la vieja resistencia de Zuckerberg a incluir un botón dislike en Facebook obedezca más a su estrategia de negocio (la gente podría ser más reacia a compartir ante la posibilidad de un pulgar condenatorio) que a la pura perspicacia sociológica. Sus explicaciones sobre este punto siempre han sido algo abusivas: "No queremos convertir Facebook en un foro donde la gente vota arriba o abajo los posts de los demás; no nos parece el tipo de comunidad que queremos crear". Lo cierto es que un botón hacia arriba supone, de algún modo, un botón hacia abajo ("Dentro de todo sí hay un pequeño no", dice Emilio Lledó pasado por Juan Cruz), pero su resistencia a materializarlo es saludable.

Facebook, que aspira con relativo éxito a ser un lugar más civilizado que Twitter, entendió bien el mecanismo imitativo: en un lugar público uno puede asentir con un gesto, expresar cierta empatía silenciosa. Pero una mala cara o un exabrupto requieren explicaciones. La ausencia del botón dislike obliga a elaborar un argumento o, en su defecto, a pasar por sociópata ante el grupo.

Hace unas semanas, la compañía anunció que estaba trabajando en un nuevo botón para que los constreñidos usuarios sepan expresarse cuando a un amigo se le muere el perro. No se trata de un botón "No me gusta", pero así se interpretó en las primeras horas, con gran júbilo de la jauría de perros vivos y alguna que otra cara larga. No sorprende el regocijo. La jauría no aspira a que internet sea la vida real. No quiere un lugar urbanizado. E incluso llama censura a lo que hace Facebook cuando impone normas elementales de la discusión. No es raro que ante el rumor del dislike alguna prensa atontada suspirara más o menos camuflada entre la masa: "¡Ya era hora!", "¡Un sueño hecho realidad!". La prensa, que ha vivido del monopolio del pulgar hacia abajo, ¡aplaudiendo a la competencia! No es raro que cada vez cuente menos su pulgar.

@arcadi_espada