El disentimiento de los millennials
Gonzalo Torné
Como ustedes no tienen porque saber quienes son los millennials trataré de explicárselo: se trata de un apodo generacional. De la misma manera que quienes tienen algo más de cuarenta años fueron la Generación Sobradamente Preparada y los que ahora atraviesan los treinta han tenido que cargar con el sobrenombre de Ni-Ni ("los que ni estudian ni trabajan"). A los nacidos en el cambio de milenio, del año 2000 en adelante (y parece mentira que con todo lo que ha pasado ya la humanidad que siga naciendo gente, y que las generaciones se renueven con tanta puntualidad) se les ha empezado a llamar desde algunos espacios: millennials.Como el más veterano de los millennials apenas habrá cumplido los quince años todavía es pronto para colgarles un apelativo que dé cuenta de sus progresos académicos o de sus perspectivas laborales (todo apunta que bastante siniestras). Hasta el momento son carne de publicidad y de tendencias (cuánto y en qué gastan, dónde compran, cuánto tiempo pasan "conectados"). La noticia es que, "según las últimas estadísticas", los millennials han dado recientemente una enorme sorpresa al comportarse en un campo muy característico de su generación de manera distinta a cómo se espera de ellos (algo así como un gol en campo contrario). Para no seguir con la intriga: se ha detectado que un número todavía pequeño en términos absolutos, pero ya significativo, empieza a vivir de espaldas a Internet, y muy especialmente de las redes sociales.
A los convencidos de que la implantación de Internet (incluidas las redes sociales) es progresiva e imparable (que quienes hoy por hoy se siguen resistiendo son los dinosaurios de cada quinta, y que irán desapareciendo o refugiándose en ecosistemas cada vez más pequeños) se les ha abierto una brecha en este discurso tan machacón como plano. ¿Cómo van estos millennials a darle la espalda a la Red? ¿Si todos estos peces se alejan del agua, dónde van a nadar?
En esta sección nunca hemos dudado de que el mundo digital no tiene vuelta atrás, pero estamos también convencidos que su despliegue (el de sus contenidos, empresas y usos) no tiene manual de instrucciones: la historia práctica de Internet no está dirigida por el destino ni por una evolución deducible por los iniciados en las leyes secretas, sino más bien por oscilaciones y vaivenes, bastante imprevisibles, y que probablemente se ajusten mejor al popular término "moda".
Y me aventuro a suponer que a los puristas les esperan mayores sustos y tardes de zozobra. Si hasta cierto punto el alejamiento de los millennials de las redes puede explicarse como un movimiento dentro del proceso más amplio por el que los hijos se distancian de sus padres para encontrarse y definirse, cuando los niños que ahora tienen entre uno y cinco años crezcan y descubran el furor con el que sus padres han tapizado los muros de su Facebook con variadas instantáneas de su vida, lo verdaderamente asombroso sería que no se incrementase el número de jóvenes resueltos a librarse a toda prisa de este marcaje, y de tanto sofoco. Ni siquiera sería sorprendente que se produjese una auténtica desbandada.
@IAjena