Especial: Lo mejor del año

Cerramos el año con casi todo dicho sobre el IVA, que tanto daño ha ocasionado a la industria cultural y que denigra al gobierno que lo subió al 21 por ciento, y tomando buena nota de lo poco que la Cultura importa a los cuatro grandes partidos políticos. Qué inmenso y reiterado error. Este 2015 ha sido a nuestro juicio culturalmente discreto, menos crispado al final, gracias al cambio de ministro y más esperanzado al principio, cuando creíamos que iba a nacer la Ley de Mecenazgo, que la Marca España serviría para algo, que se fomentaría eficazmente la creación, que se paliaría el exilio de nuestros jóvenes investigadores, que el escaso presupuesto no se dilapidaría en tanta merienda de premios, que el libro digital despegaría al fin... ¿Nada bueno? Sí. Las dificultades han propiciado la imaginación y profesionalización de buena parte de la industria cultural y de sus creadores.



El panorama editorial ha cambiado poco este año: los dos grandes grupos han seguido creciendo en las dos orillas, mientras centenares -sí, centenares- de pequeñas editoriales ocupan un nada despreciable lugar al sol literario. Entre todos han conseguido que los últimos datos muevan a cierto optimismo y se hable de recuperación, después de siete años atroces, en los que el sector sufrió una caída del 40 por ciento de ventas. Las librerías han tenido un año difícil, han cerrado muchas, aunque también se han multiplicado en toda España nuevas, cargadas de futuro y de libros sobre crisis, política y otros populismos.



A mediados de marzo saltaba la que ha sido sin duda la polémica del año artístico: Bartomeu Marí decidía cancelar una exposición en el MACBA por la presencia de una pieza políticamente incorrecta, se retractó pero le costó la dirección. Algo que ha tenido consecuencias hasta hoy: Ferrán Barenblit ocupa su puesto en Barcelona y Manuel Segade dirigirá el CA2M de Móstoles. En Madrid, tranquilidad en los tres grandes museos: el Prado (que cierra el año sellando la paz con Patrimonio Nacional), el Reina y el Thyssen, que, aunque sin recuperar presupuestos de antaño, hacen balance en positivo. ARCO ha aprovechado el año para expandirse y, sin descartar Latinoamérica, ha anunciado nueva sede. ARCOlisboa se celebrará en mayo.



Nuestro teatro no alcanzó los registros del año pasado. El listón estaba muy alto. Sin embargo, perdurarán en la memoria un puñado de montajes: El alcalde de Zalamea, La piedra oscura, La clausura del amor, Reikiaviv... Hay que elogiar también la ambición del Teatro de la Ciudad, proyecto que ensartó en La Abadía tres tragedias griegas, a cual mejor. En la corte musical vivimos la ‘resurrección' de la OCNE siguiendo la estela de su mesías: David Afkham. El director alemán puede llevar muy lejos a nuestra orquesta. Y un público enfervorizado y feliz lo percibe; también los músicos, tensos y dispuestos bajo su batuta. Celebramos además otro tipo de resurrección: la enésima de Aijón y su legendario ciclo de Ibermúsica.



La tendencia de apoyo popular al cine español que se impuso el año pasado, batiendo récords de recaudación, ha buscado su consolidación este año. Y aunque aún no se conocen los datos oficiales, lo cierto es que los buenos resultados del primer semestre prevén que la cuota se mantendrá en la deseada horquilla del 20%. El cine popular y las obras de prestigio siguen polarizándose, hasta casi hacer desaparecer al cine que queda en medio, ese cine que se verá damnificado con las reformas a la Ley de Cine, que ciertamente pondrán freno a las irregularidades en taquilla -a buenas horas, después de veinte años de práctica continuada, aceptada y permitida-, pero que vuelve a ceder terreno a los intereses de las televisiones.



La política científica, que no los acontecimientos científicos (entre los que cabe destacar la concesión del Princesa de Asturias a Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna por su revolución con la técnica CRISPR-Cas de edición genómica) debe ser prioritaria y urgente para el nuevo gobierno. En 2015 se habló poco y se hizo menos para recuperar el pulso de la investigación de hace una década. La ciencia, como el resto de la cultura, estuvo fuera de la pugna electoral. Con estos precedentes, está por ver que la nueva Administración corte la hemorragia de cerebros, termine de dar forma al CSIC y acabe con los presupuestos cicateros para I+D, clave en el desarrollo económico de cualquier país.



Sí, esperábamos más de este 2015. ¡Despertemos!