Gonzalo Torné
La semana pasada les prometía seguir reflexionando acerca de la marea de comentarios "críticos" relacionados con la nueva entrega de saga de Star Wars que inundaba las redes y los medios digitales. Me comprometía, no sin cierto temor, a que la semana interpuesta envejeciese el tema, una aprensión infundada, visto lo visto, pues ha seguido bajando muy vivo (por no salirnos de las metáforas líquidas) el caudal de reseñas.En casi todas se aprecia la misma polarización emocional (me gusta/no me gusta) y en la gran mayoría el espacio está copado por la comparación entre las similitudes y las diferencias con sus antecesoras. Parece que se ha establecido cierto consenso: la película es similar y respetuosa con sus ancestros. El contraste de opiniones (casi puede hablarse de bronca) se manifiesta cuando se pasa a valorar ese parecido: para unos se trata de un homenaje, de una gozosa fidelidad; para otros lo que impera es la pura pobreza creativa.
El caso es que leyendo esta serie de reseñas replicantes me preguntaba qué necesidad había de desplegar discursivamente lo que se podía valorar con estrellitas o números: la mayor o menor adecuación al modelo precedente, al molde genérico.
Entiendo que el espacio convencional de una reseña (el folio y medio) tiene sentido cuando se aborda una obra que porfía por introducir algo novedoso, una mirada inesperada sobre el mundo, que elige expresarse en una técnica o en una estética con voluntad singular. Una complejidad que clama por un intérprete. Al fin y al cabo el crítico necesita espacio para situar esa ambición en un mapa, valorar la propuesta y dirimir si se queda por encima o por debajo del nivel alcanzado.
Pero si la obra solo pretende suscitarnos las reacciones de siempre por vías familiares, con apenas algunos cambios en el atrezzo, ¿no sobra muchísimo espacio de ese folio y medio? ¿No vemos a menudo a quienes deben reseñar productos comerciales con los hábitos y las distancias del discurso crítico retorcerse como un ciclista sin aire a quien la meta le parece lejanísima? ¿Cuándo se trata de películas comerciales, entregadas al espectáculo, no sería mejor convocar a un especialista en efectos especiales? ¿A alguien que sepa verdaderamente cómo se produce la fascinante alquimia que nos mantiene pegados al asiento?
Aprecio dificultades parecidas para no desfondarse antes de llegar a la orilla de la reseña en quienes se dedican a escribir sobre novelas de género, donde tan a menudo bastaría con dos pinceladas sobre el argumento, y una mención al ritmo y la expresión, a modo de rúbrica.
Quizás convendría que los comentaristas digitales dedicados a los productos comerciales o de género fuesen abandonando ordenadamente los hábitos y las distancias (¡las "dinámicas"!) de la reseña y empezasen a instalarse en la brevedad de un par de tuits, breves y concisos. Al fin y al cabo, si de lo que se trata es de expresar un gusto y difundir un producto comercial los profesionales de la publicidad hace muchos años que saben que es mejor el mensaje corto: que lo que se pierde en espacio, se gana en concentración y en impacto.
@gonzalotorne