Arcadi Espada

Leí en alguno de mis sieteneurociencias (setciències se llama en catalán a los sabios peyorativos) una estrategia realmente sorprendente para procurarse ideas. Solo se trata de salir de la habitación. Voy a explicarme, aunque sea por una vez y sin que sirva de precedente. Uno está escribiendo, y lleva ya un buen rato bloqueado tratando de encontrar la idea que le permita zanjar el párrafo o la columna. Hay que levantarse y cambiar de lugar. A la cocina. Al baño. Al comedor. Al baño, digo, y caigo ahora en la cuenta de tantos que han dicho, y yo el primero, se me ocurrió orinando. No. No es el orín ni la dulce paz subsiguiente. He olvidado cómo describe el autor (Daniel Kahneman, Michael Gazzaniga, no sé) los detalles de lo que sucede neuronalmente. Pero se trata, en resumen, de la readaptación del cerebro al nuevo marco físico. Debe de producirse algo parecido a un reset, moderado. Limpieza de bujías. Y es probable que el proceso esté conectado con otra técnica también eficaz: cuando tengas un nombre en la punta de la lengua no insistas y piensa en otra cosa. Volverá solo. Lo cierto es que suele funcionar. Una prueba es que a mí me funcionaba mucho antes de leer la descripción del fenómeno.



Entre lo que más me gusta de este mundo está el viajar. Pero no sé muy bien por qué. Los viajes se han vuelto demasiado democráticos para mi gusto; duermo regular en camas extrañas; salgo de la ciudad donde mejor se come del mundo para recalar en otra inexorablemente peor y mantener mi nivel de exigencia sobre la vida en otros países me cuesta un dinero que casi nunca tengo. Ahora, además, y por la influencia de Gaziel, cuando salgo de una ciudad no solo me pregunto en qué momento volveré, sino, también, si volveré. La melancolía acaba siendo algo pesarosa.



Pero mi empecinamiento tiene explicación científica. Sobre todo sabiendo el embotamiento que provoca el acre lugar donde vivo.



@arcadi_espada