La entrevista de Sean Penn al Chapo Guzmán se ha encontrado un nuevo e inesperado detractor: Don Winslow, que se inspiró en el narco mexicano para sus novelas El poder del perro y El Cártel. Para Winslow lo peor no es que el actor pasase siete horas con el Chapo para menos que nada, sino que no se atreviese a preguntarle por sus crímenes. Que le importase más su camisa y retratarle como un buen padre, tímido como un adolescente, que recordarle los cientos de miles de drogadictos enfermos por su culpa. Eso, escribe Winslow, se llama inconsciencia, si no algo peor.



Que Jordi Sierra i Fabra haya vuelto a hacerlo (hace poco conquistaba, por segunda vez, el premio Edebé Infantil, después de hacerse tres veces con el Gran Angular y dos con el Barco de Vapor, y varias decenas más de galardones) no me da derecho a escribir que la corrupción se enseñorea de todos los premios literarios. Si de los privados tratamos, ya sabemos que quien se sube al carrusel se encontrará con caballitos de cartón. Más me preocupan las endogamias, los sectarismos que asolan, ay, desde hace tanto los premios del Ministerio de Cultura. De eso, de la mala conciencia de unos jurados, de los silencios de otros, de cuotas y amiguismos, de eso callan todos, corruptos o no.



El furero Àlex Ollé toma la Opera de la Bastilla de París este domingo 31, con un Trovatore de alto voltaje. Ollé, que no conoce líneas rojas (y mira que encontramos todos los días un buen puñado) ni con la Fura ni en solitario, conducirá a Anna Netrebko como Leonora y a Marcelo Álvarez como Manrico. En total, 13 citas con el público y con una de las piezas más redondas de la trilogia popolare de Verdi.



No sé a ustedes, pero a mí me parece que el Este vuelve como algún día volverán las hombreras; y esto desde antes de la concesión del Nobel a Svetlana Aleksiévich. Por The Guardian descubro que Julian Barnes sitúa allí, en la URSS, su última novela. Se titula The noise of the time y cabría emparentarla con El loro de Flaubert; trata del compositor Dimitri Shostakovich y -escribe James Lasdun en su generosa crítica- es "un ejercicio de nostalgia de la guerra fría, pero también, y esto es lo más interesante, una indagación en la naturaleza de la integridad personal". La esperamos con verdaderas ganas.