Arcadi Espada

#Gorrones, de Chris Ruen (Ediciones Quinto 20), explica cómo la piratería ha destruido el sistema cultural, sobre todo en lo que se refiere a la música. A veces es un poco engorroso; y otras un pelín místico y por encima de las posibilidades actuales de su joven autor, como en el capítulo que dedica a los deterministas digitales: su comprensión de Ray Kurzweil y de la Singularidad es perfectamente banal. Pero es un libro interesante y documentado y tiene la gracia añadida de que su autor fue ladrón antes que chérif: robaba hasta que cayó en la cuenta de que robar contribuía a secar las fuentes de su placer. El libro es muy útil a la hora de responder a los argumentos tópicos de los piratas. Y, en ese sentido, tiene algún hallazgo sensacional. Este, por ejemplo:



"Es una tensión difícil la que se da cuando amamos lo que algún creador de contenidos ha hecho para nosotros hasta el punto de que no podemos resistirnos a violar sus derechos legales y a socavar la misma infraestructura que nos ha traído su arte, cuando optamos por descargarnos gratuita e ilegalmente su obra. No tengo una respuesta para esa tensión. Como he dicho, mientras la descarga ilegal sea tan sencilla como lo es hoy en día, será difícil resistirse a la tentación".



La corrección política no le deja explicitar al antiguo gorrón de qué va su analogía. Pero así es, en efecto: ni el más acendrado deseo justifica el hacerse con Ella en contra de su voluntad. La moraleja no acaba ahí. Porque si hacerse con Ella fuera tan cómodo y barato no sólo sería difícil resistirse a la tentación, sino que no tendría ningún sentido hacerlo. Excepto el sentido moral. La piratería cultural da muchas lecciones sobre nuestro mundo. Pero no es la menor ni la más optimista comprobar hasta qué punto la moral es frágil y cuán necesario es apuntalarla con el castigo.



@arcadi_espada