Image: Expulsados del Paraíso

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Opinión

Expulsados del Paraíso

4 marzo, 2016 01:00

Agustín Fernández Mallo

En Armenia en prosa y en verso (Acantilado), el malogrado Mandelstam, aquel que en 1938 desapareció en tierras de Siberia, nos dice que la memoria es gestación fetal. Todos nosotros, sin sospecharlo, somos portadores de un enorme experimento embriológico: los recuerdos no llegan de golpe, crecen en la mente como lo hace un embrión, aparece una mano, luego un olor, una frase, un sonido, hasta que con vida propia deviene ese cuerpo autónomo que es el recuerdo. Me valgo de esa brillante idea para comentar una novela que le hace justicia, Reyes de Alejandría (Alfaguara), de José Carlos Llop, donde el autor, con el gran estilo y el atinadísimo olfato poético que caracteriza a toda su prosa, a través de un personaje muestra las fases embrionarias de la historia de vida de quienes en los años 70 del siglo XX eran jóvenes cultos con aspiraciones cosmopolitas en un país que no lo era. Viajes que la primera juventud mitifica y que terminan por hacerse a través de los libros, centenares de canciones creadas para, como el agua, adoptar toda forma desconocida, la seducción de la contracultura, la grosera política tardofranquista, y la poesía por encima de todas las cosas.

Años en los que, en efecto, como los Reyes Alejandrinos de Cavafis, lo proyectado superaba en muchos dígitos a aquello en lo que no sólo este país sino la cultura occidental finalmente se convertiría. "Todos éramos músicos sin saberlo, todos tuvimos entre las manos una Fender Stratocaster. Cuando fuimos expulsados del Paraíso, esa música sería su memoria, la constatación de que el Paraíso había existido alguna vez". Este libro, con escenarios principales en Mallorca y Barcelona, habla de construcciones generacionales no culminadas pero salvadas por una veracidad que ya estaba en su origen: la música, como la poesía, escribe lo que ocurrirá, ése es su carácter profético al mismo tiempo que mítico.

@FdezMallo