Image: El visor de tu vida

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Opinión

El visor de tu vida

18 marzo, 2016 01:00

Gonzalo Torné

¿A que les suena la siguiente imagen? Están ustedes en el metro, en la sala de espera de un hospital, a punto de embarcar a un avión (da igual) palpando su teléfono móvil (lo de teclear, ya se sabe, es un residuo del pasado), de repente levantan la cabeza y con un pellizco de vergüenza y otro de comicidad descubren que la gran mayoría de los eventuales compañeros de espacio (a veces todos ellos) están a lo mismo, sumergidos en sus pantallas.

No sé explicar muy bien la causa de este sobresalto, aunque sospecho que está emparejado con la relación de amor-odio que entablamos con aquellas actividades que sin tener nada de malo por sí mismas, al prolongarse o compartirse adquieren un no-se-qué ridículo, o si se prefiere: aquellas que pese a divertirnos desprenden un aroma vagamente borreguil.

No hará ni un mes que se celebró en mi ciudad, Barcelona, el Mobile World Congress que viene a ser como el Alicia en el País de las Maravillas de la tecnología digital. La estrella indiscutida del evento fue Mark Zuckerberg, multimillonario fundador de Facebook, filántropo y director de un animado taller de lectura; que pese a la enorme competencia de empresas, inventores y gadgets se llevo de calle el foco de atención, y es hasta cierto punto consecuente que protagonizase la foto del congreso.

Describo la imagen en lugar de poner el enlace para influir tan tendenciosamente como pueda en su lectura.

En la fotografía vemos a Zuckerberg avanzando con su vestuario oficial (camiseta y tejanos) por nuestra izquierda, mientras el centro de la imagen y todo el lado derecho está plagado de personas anónimas, todas en la misma tesitura: aparecen sentadas y privadas de visión, con los ojos cubiertos por una especie de visor metálico (unido al cráneo por una cinta que parece de la misma tela que una muñequera de tenista) del que brotan un par de cables plateados, casi anélidos, que es de suponer que irán conectados a un ordenador.

Estoy seguro que la imagen tiene su explicación y que quien se coloque el visor se verá gratificado con toda clase de beneficios (ya he escuchado a un convencido asegurarnos que el visor le provocará al usuario la mayor respuesta "empática" de su vida), pero así, de buenas a primeras, es casi imposible impedir que penetre por la retina el recuerdo de las oscuras utopías de la ciencia ficción: aquellas donde un grupo de humanos es privado de libertad, visión y capacidad de movimiento.

La fotografía viene a ser la apoteosis de la viñeta que les presentaba en el primer párrafo: una suerte de aborregamiento (voluntario o inducido) del que les va a costar no avergonzarse a los participantes cuando se quiten el visor (o cuando se vean).

Con todo lo más inquietante del asunto es que una industria (la de las aplicaciones digitales y los móviles) que cuida tanto la imagen y su puesta en escena se atreva a poner en circulación una imagen tan desagradable y siniestra (casi imposible no decirse: "así, no"). Y escribo "atrever" con plena conciencia porque dudo si es un error, si esperan envolverla con un irresistible discurso publicitario o si están tan seguros de haber ganado la batalla de ser ellos los que señalan lo que nos conviene a todos que ya les da igual propagar la buenaventura tecnológica con una imagen que con otra.

@gonzalotorne

Sobrevolar la Historia

A los controvertidos drones (que no acaban de cuajar como medio e instrumento de transporte) les ha salido una función que ejecutan de manera ciertamente impecable. Sobrevolar las ruinas de ciudades devastadas por la guerra. Al lector le será sencillo encontrar el video de cómo ha quedado la ciudad siria de Homs después de un cerco de cuatro años. Además de estremecerse, quien conozca la obra de Walter Benjamin probablemente recuerde al malogrado ángel de la historia que se encamina hacia el futuro "con el rostro vuelto y fijo hacia el pasado, condenado a contemplar cómo se amontona ruina sobre ruina, incapaz de recomponer lo despedazado". Consideraciones humanas y metafísicas al margen viendo el video no he podido evitar reflexionar en lo bien que convence el arte al ojo. Quizás es por la suavidad impertinente del vuelo o por el montaje un tanto relamido pero hay algo de artificioso en el video del dron si lo comparamos con la inolvidable secuencia onírica con la que Kubrick conseguía en La chaqueta metálica transportarnos a Vietnam sin abandonar las afueras de Londres.