Image: De un tiempo libre

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Opinión

De un tiempo libre

25 marzo, 2016 01:00

Eloy Tizón

Beatriz Alonso Aranzábal formó parte del grupo Monaguillosh, subterráneo y efímero, pero con un puñado de canciones memorables, como "Voces en la jungla", que hoy se reivindican, con toda justicia. Además de publicar libros de microficciones, Aranzábal ha filmado por cuenta propia el documental De un tiempo libre a esta parte que muestra, digamos, la cara B de la mal llamada Movida de finales de los 70 y comienzos de los 80: Alphaville, Décima Víctima, Aviador Dro, Esplendor Geométrico... Lo conforman entrevistas con protagonistas de la época (la propia directora, Arturo Lanz, Almudena de Maeztu, entre otros) y un riquísimo archivo audiovisual, en forma de puzle de discos, fanzines, tickets de conciertos, fotos... Produce una extraña sensación agridulce ver tu propia juventud desfilar por la pantalla, envuelta en cazadoras de cuero, crestas punk y gabardinas góticas, en un intento por desafiar la autoridad del padre, cuando el padre era un señor de derechas con riñonera.

Sin añoranza, el filme de Aranzábal constituye una zambullida lúcida y emocionante en la memoria colectiva de los años convulsos del postfranquismo, con su explosión de vitalidad creativa, un incendio sofocado demasiado pronto, cuyo tema, más allá de etiquetas generacionales, desemboca en la reivindicación de la dignidad y de una cierta actitud, tan sacrílega como festiva. Rabia y confeti. Melancolía y Rock-Ola. Los hijos aprovecharon la ausencia de los padres para montar un fiestón en casa, que se prolongó más de lo previsto (una década) y se desmadró ligeramente. Aunque muchos ahora renie- guen de ello, aquel desmelene existió y fue un desahogo necesario después de una dictadura. La existencia de aquella juerga y de este documental corroboran la sentencia de George Steiner según la cual "la música es el único verdadero tiempo libre que se nos concede antes de la muerte".