Image: Hacia una red de anónimos

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Opinión

Hacia una red de anónimos

22 abril, 2016 02:00

Gonzalo Torné

Mientras para algunos grandes medios la Red "ardía" por asuntos sin apenas grosor mental se ha suscitado un vivo y prolongado debate sobre el anonimato en la Red. Como este tema vuelve con cierta frecuencia y los argumentos suelen ser los mismos, me eximo de comentar el insignificante (y algo siniestro) caso que ha ejercido de "agente provocador".

Entre quienes están a favor de terminar con el anonimato se repiten los argumentos habituales: "hay que discutir cara a cara", "el anónimo está impune", "no puedo conversar con quien ni tiene arrestos de poner su nombre"... Y en tres ocasiones he leído a usuarios distintos asegurando que "las redes sociales no serán un sitio digno hasta que todos los usuarios estén identificados".

Con independencia de los escrúpulos de cada uno el asunto latente siempre es el mismo: garantizar un mínimo de seguridad que nos permita defendernos de las eventuales injurias, de la misma manera que en el mundo físico: presentando una querella.

Reconocido este punto, y como el debate es demasiado amplio para comprimirlo aquí me limitaré a señalar cuatro aspectos por los que consideraría una "pérdida" que los usuarios tuviesen que identificarse en la Red como si fuesen a coger un avión.

El más importante es que gracias al anonimato hemos podido seguir denuncias inimaginables a cara descubierta, y que en vista del escaso caudal de querellas, quizás tengan algunos visos de verosimilitud. Recuerdo dos especialmente notables: la que un grupo de poetas anónimos emprendió contra las componendas de los jurados de poesía, y la extraordinaria campaña de desvelamiento del dopaje en el ciclismo (y la connivencia de medios especializados) que lleva a cabo en su blog @Ciclismo2005.

En segundo lugar, para todos aquellos que necesitan ver la cara con quien discuten (aunque poca diferencia le veo a tuitear con el Dr. Druida o con Pedro García) parece un buen ejercicio para aprender a discutir sin tener siempre presente quién es el otro (cuánto vale o cuánto poder tiene).

En tercer lugar el anonimato tiene beneficios "comunicativos". Estoy seguro que a muchos usuarios les costaría entrar con su nombre, su apellido, su DNI y su foto. El anonimato es una suerte de rampa de lanzamiento, una manera de ganar confianza. Muchos de los usuarios más interesantes que sigo empezaron desde el anonimato o siguen empleando seudónimos (a menudo sin demasiada intención de ocultar su identidad).

Por último no confundamos anonimato con máscara. No son pocos los usuarios que intentan armar un personaje y darle un tono acorde a sus intervenciones. Estás "máscaras acústicas" pueden ser ejercicios muy planos (recuerdo una sirena de ambulancia) o muy sofisticados. Suprimirlos por escrúpulos sería amputar buena parte de la diversión.

Nada de lo anterior exime los comportamientos de algunos anónimos, pero ojala sirviese para prevenir la tentación de que paguen justos por pecadores. Al fin y al cabo si tuviéramos que juzgar al conjunto de los que escribimos a cara descubierta por lo que dicen los más pedantes y tontainas igual conveníamos que lo mejor sería formalizar una Red de anónimos, despojada de vanidades y presunciones externas. Los que necesitan un referente anglosajón para convencerse pueden recurrir a The Economist.

@gonzalotorne

Etiqueta

Las normas de etiqueta están un tanto pasadas de moda, y hay quien las considera arbitrarias y cargantes (aunque enseguida las echamos de menos en cuanto se acude a un acto público entregado a la libre disposición y albedrío de los distintos participantes). Quizás en la Red sean más divertidas de estudiar porque las "dinámicas relacionales" presentan jugosas novedades y la costumbre no ha impuesto todavía cuál es la manera ideal de proceder. De alguna manera vemos en directo como se forman las etiquetas. El asunto da para mucho pero adelanto un pudor personal que afecta a los enlaces, y que comparto porque no se bien cuál es la causa. El caso es que no tengo el menor empacho en enlazar artículos y trabajos de amigos, pero me cuesta bastante hacer lo propio con artículos de colegas que trabajan en los mismos medios que yo, y solo claudico cuando la lectura del texto alcanza el grado de responsabilidad civil. Vamos, que me fío más de la amistad ganada que de compartir circunstancialmente las páginas (o el scroll) de una cabecera.