Arcadi Espada

Hay casos en los que el best seller deja de ser un asunto misterioso. Por ejemplo, este Ante todo no hagas daño (Salamandra), del neurocirujano inglés Henry Marsh, un hombre con una cara que confiesa que ha vivido, en la que cada paciente parece haber trazado un surco. Marsh es un habilísimo narrador, que ya probó de la narrativa en su juventud, y que es protagonista de una de las grandes epopeyas de nuestro tiempo: el conocimiento del cerebro.



Cuando empieza a describir, desde los primeros capítulos, el viaje de sus manos de láser a través de los infinitos repliegues microscópicos del pedazo de tofu que encarna la vida, el lector se ve inmerso en la clásica retórica de la conquista. La conquista de América o del imperio mongol, tanto da. Unos hombres avanzan, rodeados por mil peligros devastadores, y su única misión es llegar a un lugar infectado y hacerlo salubre y habitable. A veces mueren o resultan terriblemente heridos en el empeño. Pero muchas otras, las más de las veces, lo localizan, lo rodean y consiguen extirpar el tumor.



Ya he dicho que Marsh tiene habilidad narrativa, se cuida muy mucho de anticipar al principio del relato cuál será el resultado final de la odisea y, subiendo al lector a su silla articulada de cirujano, lo aboca a una lectura en vilo, entregada: el cerebro queda completamente colonizado por la aventura. La conquista de Marsh ofrece, además, unas agradables ventajas morales. Al lector adulto, o incluso a los niños crecidos, le inspiran una piedad molesta los sarracenos o los indios navajos, inexorablemente muertos. Pero, de momento, no se conoce a nadie, aunque todo se andará, que reivindique una historia contada desde el lado del tumor, que exponga los inalienables derechos de la minoría, incluso históricos. Y así se nos permite gozar de la aventura de un modo puro, absoluto, a corazón batiente y sin rienda.



@arcadi_espada