Image: Redes, pozos, espirales...

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Opinión

Redes, pozos, espirales...

6 mayo, 2016 02:00

Gonzalo Torné

No fue justo al aparecer Internet, pero sí poco después de que empezase a generalizarse su empleo cuando empezaron a brotar "intelectuales" más o menos espontáneos asegurándonos que iba a configurarse una nueva manera de pensar que desarbolaría el lento progreso de las cavilaciones individuales; una novedosa forma de pensamiento basada en "conectar personas, ideas y proyectos" (me remito a la versión más moderada de esta hipótesis, desmentida a diario, y que llegó a niveles de hipérbole bastante comprometedores).

Todo aquello soñaba a patraña para cualquiera que haya dedicado tres minutos a reflexionar sobre sus propias cogitaciones. En primer lugar, porque la novedad era relativa y se destacaba contra un fondo falseado: un "pensador" nunca está aislado, puede recurrir a la conversación con los vivos y con miles de muertos que han dejado lo mejor de sí en libros (y desde hace un buen trecho también en audios y videos). En segundo lugar, porque cuando se trata de lo que vagamente llamamos Humanidades (no digamos ya en el ámbito del pensamiento literario) lo que de verdad es valioso es línea singular del pensamiento (muy por encima de una gris y rutinaria "confluencia"), por mucho que después sus conclusiones sean comprensibles para casi todos y compartidas por muchos.

Percibo en los últimos meses una oscilación entre los intelectuales, una nueva tendencia que pasa ahora mismo por poner una cara de enorme disgusto donde antes era preceptivo desplegar una sonrisa confiada. La exposición tiene matices pero podría resumirse así: lejos de "conectar" pensamientos diversos en un propósito y progreso común, la Red ha resultado ser un espacio donde cada sujeto busca (de manera consciente o inconsciente) lo que había venido a buscar, y se agrupa y se refugia con aquellos usuarios que piensan lo mismo que él. Un espacio de afirmación, sin margen para la sorpresa o el conocimiento.

La comunicación se establecería mediante consignas reconocibles, entusiasmos compartidos, y quejas y denuncias, que (como sucede con los chistes privados que llevan años circulando en el interior de un grupo) no necesitan aclaraciones ni admiten discusiones. En lugar de redes por cuyas arterias fluye la información y el intercambio, los intelectuales de moda ven espacios estancos, como pozos de lamentaciones o si se prefiere como espirales cuya fuerza centrípeta armase mucho alboroto pero no fuese capaz, a fin de cuentas, de desplazarse hacia ninguna dirección productiva.

¿Quién de los dos intelectuales-modelo tiene razón? Ya he expuesto mis dudas sobre el primero, en cuanto al segundo bastaría con señalar la cantidad de movimientos ciudadanos sin vínculo en el mundo físico que han cuajado en la Red para reconocer su carácter aglutinador. Y, de todos modos, sigue siendo un espacio privilegiado para descubrir la manera de pensar y los objetivos del "enemigo" (para expresarlo en los términos de nuestros "intelectuales").

Quizás la lección de ambos sea negativa: que el pensamiento se vuelve interesante cuando es capaz de distinguir, y que si algo caracteriza tanto a apocalípticos como integrados es la relación inversamente proporcional entre su destreza para matizar con su propensión a dar palmas o proferir abucheos.

@gonzalotorne

La poza

Después de unos varios artículos coqueteando con las virtudes de los trolls y las ventajas del anonimato un amigo me envía, a modo casi de reprimenda, el siguiente enlace (http://lamedicinadetongoy.blogspot.com.es/2016/03/cicatriz-de-sara-mesa.html) donde el crítico-bloguero comenta la muy celebrada novela de Sara Mesa, Cicatriz. La reseña es más o menos intrascendente, sobre todo si la comparamos con el "pensamiento colectivo" que se despliega en los cerca de 150 comentarios donde cabe desde el desenmascaramiento de una "mafia sevillana" (al parecer de una capacidad de coacción e influencia que ni Hydra), insólitas formulaciones de estrategia editorial y acusaciones cruzadas de intervenir como anónimo en la discusión siendo parte interesada; y en la que comparecen afectos al desplante, enteradillos de lo que se cuece en el "mundillo" (de una ingenuidad que casi apetece abrazarlos), y dos o tres almas entregadas a la tarea (digna de Sísifo) de inyectar un poco de sentido común a la atmósfera a medio camino entre los delirios del resentimiento y el vestuario de tíos. No se lo pierdan. Por alusiones, a mí la novela me pareció buenísima.