Image: Libro sin instrucciones

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Opinión

Libro sin instrucciones

24 junio, 2016 02:00

Agustín Fernández Mallo

Los objetos, y sean de la clase que sean, me gustan mucho no sólo por lo que denotan de sus eventuales usuarios, sino por lo que informan acerca de la sociedad en la que han sido puestos en circulación, y tengo la impresión de que el libro es el objeto más singular y especial que hay hoy en las sociedades desarrolladas -es decir, normativizadas-. Ocurre que hace unos días compré una papelera, de esas que se ponen junto a las mesas de despacho, y además de la etiqueta, el código de barras, la marca y composición porcentual traía consigo una manojo de hojas en la que se explicaba cómo debía ser usada. Entre otras sentencias, decía,"es peligroso introducir la cabeza en este objeto", junto a un dibujo icónico de cabeza de varón al borde de la asfixia.

Recordé entonces un libro, Productos de nuestro tiempo, del diseñador David Redhead, donde nos proponía cinco ideas principales bajo las cuales se engloban los objetos, a saber: básico, más, identidad, crisis y control. Y es esta última, control, la que nos da a entender que en un mercado cada vez más paranoide los fabricantes nos informan y advierten del correcto uso de todo cuanto existe, ya sea un lápiz, un televisor, una bolsa de patatas o, como en este caso, una papelera.

Ahora bien, el libro es de los pocos objetos que, salvo migajas impuestas por la normativa de la UE, no trae adjunto más texto que el del libro. Los puristas o esencialistas lo verán como una virtud, el libro como el resistente emisario de un mundo más libre que ya casi no existe, y los normativistas lo verán como un atraso, un indicador de renovación o extinción. Parece una réplica de la antigua y aún no resuelta guerra entre el catolicismo y el calvinismo. Sea como fuere, creo que podemos convenir que lo bueno, lo que hace a los libros objetos únicos, es que aún no traen instrucciones de (correcto) uso. La instrucción es el propio libro.

@FdezMallo