Image: Iniciativas para salir corriendo

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Opinión

Iniciativas para salir corriendo

8 julio, 2016 02:00

Gonzalo Torné

A mi entender el principal motivo para explicar el estrepitoso fracaso de ‘iniciativas' como la lectura por móvil, la lectura en streaming o los ‘bonos' de lectura para familias es sin duda el desconocimiento (casi ridículo) de los intereses de esa criatura singular y muy suya que es el lector ‘duro': ese que no baja de un libro por semana, y que se reconoce por la divergencia de intereses entre ellos, la convicción con la que están resueltos a desbrozar sus propias rutas de lectura, y su manejo reticente de las modas y las novedades. Ese cúmulo de lectores que no suele disparar las tiradas pero que con sus compras sostenidas mantiene buena parte de la industria.

He leído estos días dos propuestas de negocio relacionadas con el libro que casi con toda seguridad fracasarán por la misma inocente arrogancia: no pararse ni un segundo a pensar en qué es un lector. Ambas ‘iniciativas' se presentan como pioneras, pero como me suena haberlas escuchado ya en otros países y ni siquiera recuerdo si eran dos editoriales distintas o la misma (el lenguaje del emprendedor es tan uniforme que tiende a subsumir a los enunciantes) me limitaré a discutir la forma de sus argumentos.

La primera pasa por emplear la Red para recabar información y preferencias que permitan decidir el tema del libro, su desarrollo y su desenlace. Conviene no confundir este proceso con la ‘escritura colectiva' de la que llevamos tanto tiempo escuchando sin que se sepa de un solo libro que resista el escrutinio; el trabajo lo hará por lo visto un solo escritor, la yema del asunto es abrir por primera vez un proceso participativo en la confección de una novela. La ingenuidad aquí, que raya con la majadería, es la idea de que la participación es buena de por sí, pero de la misma manera que ni el más furibundo de los demócratas permitiría procesos de participación cuando se trata de operarle de apendicitis o poner a punto el coche o que le reparen la caldera, no veo qué placer puede encontrar un lector en la promesa de que el libro ha sido escrito entre muchos (si luego resulta un buñuelo) o en el fastidio (un autospoiler) de leer su propio final.

La segunda propuesta es todavía más inquietante. Mediante una encuesta online se trataría de adaptar el argumento del libro al entorno del lector. Lo complicado aquí es decidir por dónde empezamos a reírnos de la ‘iniciativa'. ¿Un Simbad de Barranquilla Alta? ¿Un Odiseo de Palau de Plegamans? Pero lo más desasosegante es que no hayan entendido que el lector (el que sostiene la industria) no acude a los libros para confirmar sus conocimientos ni para reafirmar su propio ambiente (al contrario de ese viajero estadounidense que lo primero que hace al poner el pie en tierra extraña es enterarse dónde queda el McDonald's más cercano) sino por curiosidad, para incrementar sus conocimientos, poner a prueba sus convicciones, adentrarse en otra manera de pensar y de sentir. De manera que lo que esta ‘iniciativa' propone parecería que solo puede interesar a ciudadanos afines a los folclores de cada tierra, que se aproxima intimidado a los libros (no vaya a ser que le confronten con las ideas heredades de la tribu) y bajo la protección de la garantía de inanidad que supone la lista de libros más vendidos.

Vamos, que pasan los años, y siguen sin aprender.

@gonzalotorne

Intervenir

Aunque nunca he sido demasiado optimista ante la posibilidad que en la Red se desarrollen nuevos modelos de crítica o que se visualicen vocaciones de intervenir de manera decidida en la constelación de nuestra literatura, sí que llevo cierta decepción encima porque estaba convencido de que los interesados íbamos a convertir las redes sociales en un espacio de debate en vivo sobre la novela actual (entiéndase de la manera más concreta posible: las novedades de cada curso). Nada de nada. De manera que celebro la polémica que ha levantado el libro de Rubén Martín Giráldez, Magistral, en la que por una vez lo polémico no dependía de ningún elemento exógeno más o menos intrascendente sino de lo corrosivo del texto y de la ambición de su autor que incitaban a no quedarse callado. Igual si no sucede más veces es porque tampoco hay tantos libros que desestabilicen el sistema de recepción y que para decir vaguedades o procurar un aplauso desganado o hilvanar dos reproches insinceros tampoco merece la pena intervenir. Transitoria o no, bienvenida esta reanimación muscular.