Opinión

Lo infradelgado

22 julio, 2016 02:00

De entre las muchas ocurrencias salidas de la cabeza de Duchamp, que ocultaban importantes ideas para las artes y la literatura de su siglo -y de este ahora nuestro-, está el concepto de infradelgado. El artista francés lo inventó para referirse a diferencias entre objetos, o hechos, tan pequeñas y sutiles que no pueden medirse ni pesarse y que, no obstante, cambian absolutamente el estado de esas cosas.

Dicho así parece un lío, mejor citar ejemplos que él mismo refirió: infradelgada es la diferencia entre un asiento a temperatura ambiente y el mismo asiento que conserva el calor de una persona que acaba de levantarse. Infradelgada es la diferencia que necesariamente hay entre dos esculturas extraídas del mismo molde, por muy iguales que sean. Otras veces lo infradelgado se halla en acontecimientos temporales: cuando los pasajeros entran en el vagón del metro mientras las puertas se están cerrando; ese instante justo antes del cerramiento total, es un instante infradelgado. O éste más críptico, referente al sonido: el silbido que producen los pantalones de terciopelo al caminar. O éste aún más extraño, que parece un cuento o un poema: infradelgada es la separación que hay entre el ruido de la detonación de un arma (muy cercana) y la aparición del agujero de bala en la diana (a 2 o 3 metros). Intuitivamente, todo ello sintoniza con lo que hoy en ciencias se llaman "puntos de bifurcación" de un sistema complejo, pero eso es otro asunto. Ahí también fue un visionario.

El verano, con su quietud y modorra, no parece una época del año propicia para acontecimientos infradelgados. Sin embargo, uno de mis preferidos ocurre en esta época: estás tumbado en la arena, atardece, y de pronto, en un instante que resulta imposible predeterminar, el sol se oculta tras la línea de horizonte. Dura menos de un segundo. Como si alguien hubiera apretado un interruptor.

@FdezMallo