Image: Welsh y yo

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Opinión

Welsh y yo

4 noviembre, 2016 01:00

Marta Sanz

Irvine Welsh, el autor de Trainspotting, y yo coincidimos en FILBA, un estupendo festival literario celebrado en Montevideo y Buenos Aires. Nuestra relación comienza en un desayuno montevideano: él habla en escocés y yo no. Pero creo entender que está muy en contra del neoliberalismo. Mr. Welsh y yo cogemos el ferry rumbo a Buenos Aires. En el trayecto a un señor le da un infarto, pero no muere. Al llegar a Palermo Hollywood comemos en la librería Eterna Cadencia. Espaguetis con albóndigas. Irvine y yo masticamos y sonreímos. Me invita a su cumpleaños. Yo le digo que si él hablase madrileño o yo escocés podríamos ser grandes amigos, y él me responde que ya somos grandes amigos y que estamos practicando la interculturalidad. Welsh no bebe cerveza diariamente y nada más llegar a Buenos Aires busca un gym. Admira mi pequeño hedonismo latino. Celebramos el cumpleaños de Irvine con una parrillada. Carne, vino y una camiseta futbolera para el homenajeado que sopla sus 58 velitas.

Visitamos juntos una exposición de Borges en la Biblioteca Nacional. Vemos los manuscritos de Ficciones. Los cuadernos de contabilidad donde Borges escribía con letrita de pulga. Siempre sobre las páginas del haber, nunca sobre las del debe. Manguel nos ilustra en un inglés ultracorrecto. A la salida, Mr. Welsh me susurra en escocés al oído: "Marta, no me interesan los fetiches". Sigue hablándome toda la comida y yo finjo entender. Él se pone contentísimo y se embala mientras yo cabeceo: "Yes, yes, yes". Pillo frases sueltas: Trump, en Estados Unidos se bebe poco, Bernie Sanders, socialdemocracia, gimnasio, biblioteca, sushi, setenta, echo de menos, Escocia, láminas de chocolate... Estamos en un japonés, pero aquí son gastronómicamente unos terroristas que le ponen mantequilla al sushi. Miro a Irvine. Sonreímos. Para entenderse con el otro no es tan importante dominar su lengua o quizá todo lo que narro sea mentira. Yo me creo.