Image: Una trampa llamada diálogo

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Opinión

Una trampa llamada diálogo

18 noviembre, 2016 01:00

Agustín Fernández Mallo

Uno de los motivos por los cuales siempre dudo de los diálogos en las novelas es porque en ellos no habla el narrador sino que el narrador nos cuenta cómo hablan otros. Cuando el narrador vive en el tiempo de la escena, vale, pero ¿cómo el narrador puede saber cómo hablaba gente de otro tiempo? Yo podría escribir un diálogo entre personajes de mi barrio, mi país, incluso, gracias a la globalización, de mi Planeta hoy, pero ¿cómo escribir un diálogo entre personajes que viven en el siglo XV? Dado que en el siglo XV no había métodos de grabación de sonido, no sabemos cómo hablaba la gente de esa época. Sabemos cómo escribían (los que sabían escribir) que en absoluto es lo mismo.

De ahí que la así llamada novela histórica (denominación en sí un tanto contradictoria), cometa a veces errores de bulto, gente del siglo XVII que habla como ciudadanos urbanos socialdemócratas del siglo XXI, y cosas así. Por no hablar de teleseries en las que una princesa del medievo le dice "esos pantalones te quedan genial" a un príncipe; sólo le falta hablar como en Los Serrano. Me refiero, claro está, a ficciones que se tienen a sí mismas por verdaderamente históricas, por "realistas", no a juegos que manipulan la Historia con anacronismos y ucronías justificadas dentro de la lógica la narración.

Por ello, no es imposible pero sí difícil que un autor "mayor" haga una convincente novela de "jóvenes" (para el abuelo y el nieto la palabra "casa" no significa lo mismo), del mismo modo que es muy difícil que un autor "joven" haga una novela en la que se hable de un tiempo que sólo conoce por fotografías. Es aquello que decía Wittgenstein "si un león pudiera hablar, no le entenderíamos". En mi opinión, tal clase de novela funciona cuando el autor trae esos temas a su presente, los revisa y los somete a crítica dentro de los hábitat históricos que les son propios.