Image: Andanzas y desventuras de la preverdad

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Opinión

Andanzas y desventuras de la preverdad

9 diciembre, 2016 01:00

Gonzalo Torné

Hasta un 20% dicen que ha caído la distribución (mejor no llamarle ventas: muchos se reparten gratis o al insólito precio de medio dólar) de ebooks en Estados Unidos, uno de los pocos países donde las ventas tenían alguna relevancia. Si se le suma el repunte del libro de bolsillo se entenderá que ya solo esperen el advenimiento de la Era del libro digital cuatro fanáticos y seis distraídos, demasiado comodones para cambiar de opinión. Desde luego cualquiera que tuviese la menor ambición de negocio o expectativas económicas hace meses que se ha ido con la música a otra parte. Solo queda lamentar la cantidad de recursos (económicos y humanos) que las editoriales han arrojado por la ventana con su ingenuidad. Y quizás también extraer alguna lección que nos ayude a ser más precavidos la próxima vez.

Estos días la chirigota de las Redes Sociales ha sido la palabra ‘posverdad' que con gran cursilería y con un retraso de cómo un siglo viene a señalar el carácter retórico de lo que tomamos como cierto: una construcción discursiva, una persuasión del énfasis que no acertamos o nos da pereza constatar. Una opinión construida para que pase por cierta y determine nuestra actuación. Gorgias en el siglo V (antes de Cristo) escribió un bellísimo texto contando el truco.

La mayor parte de chistes se nutre de la poca sutileza con la que se ha elegido el momento para hacer circular el vocablo: justo cuando la prensa en papel tiene más dificultades para imponer sus esfuerzos de persuasión retórica por el empuje de Internet. Las cabeceras ya no tienen que competir con otras cabeceras de papel (por lo visto las discrepancias entre ellas no ocultaban ninguna ‘posverdad') sino con un mundo al lado del mundo, el virtual, que no comparte sus códigos, que sigue otras agendas y cuyos compromisos no siempre son crematísticos.

El caso es que el término acuñado (y avalado por el despistadísimo Diccionario Oxford) no tiene pies ni cabeza. Recuerda a otras majaderías refrescantes como ‘poshumanismo', ‘posfotografía', ‘posviaje', ‘posmasculinidad'... pensadas para intimidar a críticos y lectores y disimular las eventuales ranciedades o naderías del trabajo.

Si de lo que se trata es de moldear retóricamente la realidad para que beneficie nuestros intereses sería más pertinente hablar de ‘preverdad'. Y como el ingenio es limitado podemos aprender a reconocer algunas trampas teóricas. Una de ellas la encontramos maravillosamente formulada en el intento (legítimo) de colarnos el ebook. La apuesta comercial se camuflaba de inevitabilidad evolutiva, con aroma tecnológico. Como todos los profetas desde que el mundo es mundo recurrieron a la forma de Destino que les quedaba más a mano. A la vista está: una chapuza. Ojala nos sirva para estar más alerta la próxima vez que alguien trate de imponer sus intereses presentándolos como una inevitable evolución, tecnológica o no.

Coda: si esta sección tuviese moraleja sería casi divertido constatar cuántas veces desde las mismas páginas desde donde se nos alerta de las maldades de la ‘posverdad' trataron de hacernos comulgar con la ‘preverdad' de que la llegada de la ‘era del ebook' era inevitable, y mejor que nos adaptásemos rapidito. Para tranquilidad de todos esta sección no tiene moraleja.

@gonzalotorne

Neo-estajanovismo

Con muchísimo más consenso que en premios recientes (me refiero al Nobel, para qué disimular) se ha celebrado en las redes el Premio Cervantes que se le ha concedido a Eduardo Mendoza. Por mucha simpatía que Mendoza despierte entre sus lectores no se ha librado de críticas, buenos somos los internautas. Una de las principales líneas de ataque se podría resumir así: "no ha escrito un libro bueno en los últimos 15 años". Argumento plausible (aunque no me parece aplicable a Mendoza) cuando se trata de desautorizar reseñas que jalean por inercia talentos en declive. Pero que cuando se trata de juzgar el valor de una obra literaria suena como si el emisor confundiese el arte con la cadena de montaje. ¿No basta con tres o con dos libros excelentes para justificar una carrera ? En según qué casos, a mí me bastaría con uno. Esta demanda de continuidad hace juego con la absurda exigencia de rigor o la espeluznante ‘solvencia narrativa', todas ellas expresiones-reflejo de este neoliberalismo campeador que nos exige deslomarnos (además de sustantivas transfusiones de nuestro tiempo) antes de entregarnos el más modesto certificado de buen comportamiento.