Image: El novelista como carabina

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Opinión

El novelista como carabina

3 febrero, 2017 01:00

Gonzalo Torné

No tengo la menor duda de que el futuro de la edición pasa por la supresión de los editores y la disolución de la crítica, en ese futuro (más o menos inmediato) serán los mismos escritores quienes se publicitarán a sí mismos y emplearán con solvencia las redes para comunicarse con sus lectores sin el incordio de los mediadores...

No he entrecomillado el párrafo anterior para darle un efecto dramático, pero seguro que ya habían reconocido que no expresaba ninguna opinión propia sino la distopía incumplida que pululaba por el ambiente hace cinco o seis años, no solo entre los aspirantes sino también por colegas cuyas obras se ofrecían en buenos catálogos y que se abrieron cuentas en Redes Sociales con el ánimo de empezar a labrar los fecundos campos de la "autopromoción".

Creo que de todo esto apenas queda en el ánimo de los novelistas el recuerdo de los argumentos. Los editores (por suerte para los lectores) van a seguir empleando su doble criterio (el del gusto y el monetario) para filtrar la cantidad inmanejable de manuscritos que circulan por ciudades y pueblos. Los novelistas seguimos en las Redes por distintos motivos, pero aunque "compartimos" con nuestros seguidores algunas de las cosas que nos pasan, creo que solo los más despistados siguen empleando sus cuentas como matracas promocionales.

Tan convencido estoy de que mi gremio ya no da tanto la lata que en un primer momento me sorprendió este tuit de Mariano Hortal: "No me suele gustar leer novelas de escritores que están en tuiter"...

(Para quienes no conozcan a Hortal (@sigfrido1976) digamos que gestiona un interesantísimo blog de lecturas y críticas musicales (http://lecturaylocura.com/) y que es uno de estos "lectores duros" cuya existencia le alegra a uno el día: con una curiosidad disparada en todas las direcciones, sin renunciar al juicio crítico, y articulando sus lecturas con una tenue pero activa noción de jerarquía. Dado el volumen de compras y libros que maneja Hortal tiene (o lo simula con mucha gracia) una carretilla con la que traslada sus compras. La foto con la cosecha del mes es ya un clásico digital.

Los dos argumentos fuertes fueron que si la novela no le gusta quizás tenga que lidiar con amigos y "seguidores" del escritor, y también la posibilidad (nada paranoica) de que el "creador" se moleste por algún comentario y "se pierdan relaciones amistosas que disfruto habitualmente (...) hablando de temas diversos". Ahora vendría cuando discuto o matizo las palabras de Hortal, pero por más vueltas que le doy termino dándole la razón. Podría defender el impulso "infantil" de compartir portadas, fechas de presentación o algunas reseñas... Pero hay algo decididamente embarazoso en que el "autor" participe en la recepción de la novela: puntualice, apostille, enrede, se defienda...

Ya ha disfrutado bastante de la plataforma que supone una editorial y una cobertura de prensa, y emplear la red para condicionar o intimidar a los lectores es un abuso. Y tiene también razón Hortal en algo que parece desprenderse de su argumentación: da igual que se quede callado, que prometa no mirar, sí ya está allí, como el adulto pesado que no deja que circule la espontaneidad alegre del juego. O si se prefiere: como una funesta carabina. Y aún así, qué lástima quedarme sin subir a la carretilla.

@gonzalotorne

La regla del juego

En octubre del año pasado Vicente Luis Mora orquestó un experimento literario de "coescritura y apropiación literaria" de lo más interesante, en el marco del algo previsible 400 aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes. El juego trataba de escribir minificciones inventadas sobre el Quijote (también valían reelaboraciones) de uno o varios tuits. Sobre todo este material vertido por los participantes Mora tenía plena libertad para elegir y combinar los que más le convenían para imaginar un relato titulado "Cervantes vs Quijote". Con una norma autoimpuesta: "la restricción de no utilizar palabras propias, obligándose para construir su relato a usar solamente palabras empleadas por algunos participantes, intentando abarcar el mayor número posible". El experimento me ha parecido interesante porque explicita dos aspectos que conoce bien cualquiera que se haya embarcado en un proyecto literario de cierta ambición: el manejo de material ajeno y la autoimposición, con total seriedad, de normas arbitrarias; del primero somos informados hasta la saciedad, pero del segundo, con lo importante que es, no parece que merezca la atención de nadie. El resultado puede consultarse aquí: #CvsQ.