Image: Hay, ay

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Opinión

Hay, ay

10 febrero, 2017 01:00

Luna Miguel

Vi a Paulina Flores comiendo sola mientras tecleaba algo en su iPad. Aunque lo cierto es que donde más vi a Paulina Flores fue en su Instagram Stories, viviendo una realidad parecida a la mía -el sol de Cartagena, la piscina, un poco de literatura- a escasos metros de distancia. Me encontré con Fernando Aramburu desayunando papaya en el restaurante del hotel. Espié a Alberto Fuguet en bañador, extendido en su tumbona, escuchando a saber qué música. Evité charlar en inglés con Amir Or, que estaba bebiendo vino en una terraza, excitado por su conversación con la poeta indígena Natasha Kanapé. Me carcajeé con un poema de Pedro Mairal en el que el argentino hablaba de un hipotético Adán follándose a un hipotético hipopótamo antes de que Dios le entregara a Eva. Cotilleé con Claudio López en un bar en el que un grupo de chicos rapeaba y hacía break dance. Di un salto alegre con Daniel Mordzinski junto a esa pared naranja que tiñe sus retratos. Escuché a un ingenioso César Aira siendo el 100% ingenioso César Aira de siempre.

Se me saltaron las lágrimas con un poema de José Tolentino Mendoça que era muy bueno, y también con otro de William Ospina pero porque este en realidad era muy malo. Me crucé con Juan Cárdenas en el lobby. Me crucé con Luisgé Martín en el lobby. Me crucé con Pilar Reyes en el lobby. No fui a las clases de yoga del marido de Joumana Haddad. No fui a la conferencia de Norman Ohler. No me hice una foto con James Rhodes. Ni tampoco vi a Mario Vargas Llosa porque Mario Vargas Llosa decidió no venir al festival en último momento. Entonces pensé, ¿así que esto es lo que hacen los escritores cuando les toca juntarse con otros escritores? ¿Así que este es el lugar donde podrían ocurrir todas las cosas? Y después fui con mi familia a una librería, donde pregunté ilusionada por la poesía joven en español, pero sólo tenían a Marwan.

@lunamonelle