Gonzalo Torné

Sundar Pichai (que tiene aspecto de ser una estupenda persona) acaba de anunciar grandes mejoras en uno de los servicios más veteranos de Google: su traductor. "En un solo año hemos mejorado nuestra capacidad de traducción más que en los últimos diez años combinados". Para Pichai el Google Translate ya funcionaba bien, pero gracias a los "últimos avances" de la Inteligencia Artificial a partir de este 2017 irá como un tiro.



Todo confluye y conspira a favor de la aplicación: los algoritmos de aprendizaje automático de Google, su potente plataforma de computación "nube" y un nuevo sistema basado en el "funcionamiento de las redes neurales" (supuestamente inspirado en las redes convolucionales que operan en la corteza visual primaria)...



Un momento, un momento... Volvamos unas líneas atrás... ¿qué significa que"Google Translate" funciona bien? Cualquiera que haya intentado traducir un texto, a menos que sea un absoluto ignorante en el idioma de partida, sabrá que esta divertida herramienta (célebre por promocionarse con los chistes que nos "propone" si intentamos traducir el nombre de un "famoso") es una absoluta chapuza. Que funciona apenas para lograr una comunicación a bulto y aún así... prodiga incongruencias y disparates cada dos líneas con una regularidad admirable. En otras palabras: es inútil no solo para una traducción literaria, sino también para una traducción científica (cualquiera se pone a estudiar medicina o ingeniería con un manual "traducido" por Google).



Los problemas de Google Translate son estructurales y tienen mala solución. Descartada la traducción en base a reglas gramaticales y sintácticas (pues los idiomas se parecen mucho a un tejido de excepciones) se decantó por un sistema de "traducción estadística". Se acumula la mayor cantidad de textos en un idioma, y luego, cuando le pedimos que nos traduzca unas frases, busca en su base la traducción "más probable". Igual sería injusto decir que traduce a boleo, pero se parece bastante al corta y pega de los estudiantes perezosos o al de los novelistas demasiado afectos a Wikipedia.



Estaremos atentos a las novedades pero mala solución tiene el asunto por mucho que se recurra al prestigio de la neurología (y qué sospechoso empieza a ser el apelar en las discusiones "humanísticas" a una ciencia que ni siquiera es capaz de explicar cómo se forma la conciencia: mal ayudará a poner orden en otras casas si no logra aclararse en la suya). Ni siquiera las redes sinápticas más elásticas y vigorosas de la tierra (el hombre más inteligente del mundo, si lo prefieren) pueden traducir de un idioma que se desconoce, y la dependencia de Google Translate del acopio de unos textos potencialmente infinitos le sitúa en una posición de permanente minusvalía lingüística. Precisamente, por cierto, porque no tiene un gramo de inteligencia. Ni media neurona.



Desde luego es un fastidio que Google Translate sea tan limitado, pero no me dirán que no es emocionante que algo tan natural y cotidiano como la traducción sea uno de los fenómenos más complejos del universo. Tanto que de momento, por muchos recursos y presupuesto que se inviertan en el desarrollo de aplicaciones artificiales, solo está al alcance de los cerebritos humanos.

El reino de las consecuencias

El ‘opinionato' digital anda con la mosca tras la oreja al constatar una imparable tendencia de altos vuelos, a saber: que los así llamados "líderes mundiales" usen las redes sociales para avanzar su agenda política y sondear futuras directrices en lugar de emplearlas para chascarrillos, apoyos deportivos, selfies intrascendentes, puyitas o felicitaciones rutinarias, como parecía de recibo. No niego que el espectáculo es deplorable, pero ¿de veras es muy distinto a lo que estos mismos "líderes mundiales" declaran a diario en el telenoticias? ¿No se han pasado casi una década los profetas del ‘opinionato' asegurando que el digital y sus redes serían los cauces de comunicación del futuro? ¿Que quien no supiera emplearlas estaría descabalgado cuando no fuera de juego? ¿Que todos los representantes públicos debían correr a posicionarse? Pese a su tendencia a expresarse como si leyesen el Libro del Destino, ¡cuántas contradicciones y dudas se aprecian en el ‘opinionato' a poco que uno rasque! O igual son como esos niños que se asustan en cuanto la adolescencia va demostrándoles que algunas de sus fantasías pueden efectivamente volverse reales.