Image: La hora de los tontos

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Opinión

La hora de los tontos

17 marzo, 2017 01:00

Gonzalo Torné

Situémonos (los que podamos) de manera tentativa hacia principios de los años ochenta. Supongamos que se nos propone un medio de comunicación gracias al cual vamos a estar permanentemente vigilados por nuestros jefes y compañeros; que nuestros amigos y vecinos (y también los padres de los compañeros de nuestros hijos: esa inquietante modalidad de cercanía) podrán enviarnos a cualquier hora mensajes (en variados formados: de texto, de audio, ¡videos!). Y no solo eso: los emisarios sabrán siempre dónde estamos (el huso horario, la ciudad, la calle), si hemos recibido su mensaje, si lo hemos leído... que puedan así preguntarse por qué motivo no estamos respondiendo... que estemos permanentemente endeudados con exigencias no solicitadas por ciudadanos relacionados con nosotros desde lo más íntimo hasta lo tangencial...

¿Quién se hubiese apuntado voluntariamente a este sistema de control remoto que parece la escenificación tecnológica del viejo aserto sartreano: "el infierno son los otros"? Explicar cómo hemos terminado en este lodazal de alegres tensiones daría para un estudio extenso que ojalá alguien abordase desde la relativa neutralidad de la razón, o al menos sin intereses comerciales o de imagen de por medio.

Entretanto el nivel de malestar ha alcanzado tales espesores que el mercado ya ha detectado la posibilidad de sacarse unos euros con nuestros apuros. De ahí que la última tendencia en móviles sea el regreso del "teléfono tonto". Se denomina así (contrastando con el "teléfono inteligente") a un tipo de artilugio con el que no te puedes conectar a Internet; gracias al cual estarás a salvo de exigencias y vigilancias durante unas horas. En principio está dirigido a personas cuyo trabajo exige una evaluación casi continua (cualquier hijo de vecino, vamos) y que pretendan desconectar los fines de semana o en vacaciones. La industria no va a dispararse al pie sustituyendo a los listos por los tontos: de lo que se trata es de lucir un modelito listo cuando trabajamos y un modelito tonto cuando nos entregamos al ocio.

Pero según repiten los expertos el teléfono atontado empieza a tener una demanda considerable (y creciente) entre los "milenials", para quienes al paisaje de pesadilla que he tratado de esbozar en el primer párrafo se le añade el terror de los terrores de la edad adolescente: el control paterno, la amenaza constante de un vergonzoso inmiscuirse. Dicho de otro modo: en muchos salones familiares los jóvenes han empezado a justificar su preferencia por el móvil tonto frente al inteligente con el mismo célebre argumento con el que persuadíamos a nuestros despistados padres de que nos comprasen un ordenador para jugar a marcianitos: "así estudiaré más y mejor".

Son varias las marcas que han anunciado el desembarco de sus tontos. Para que el asunto tenga consistencia han encargado diseños a prestigiosas firmas, pero por una vez que estoy en la "punta de la tendencia" me permito recomendarles desde la experiencia el viejo Alcatel. ¡Menudo sirviente leal! No solo es imposible conectarlo a nada, también tiene batería casi infinita y está prácticamente acorazado (lo pueden arrojar tranquilamente de un segundo piso). Hace dos años todavía se encontraba en las tiendas. Y termino aquí el artículo que ya me siento "influencer".

@gonzalotorne

La zona negativa

Todos los aficionados a los tebeos conocen (y si no me lo agradecerán) esta página: Zona Negativa (). El título alude a una dimensión inhóspita, donde predomina la antimateria y poblada por criaturas hostiles que imaginó en los años sesenta el gran (y perturbador) dibujante Jack Kirby. Por fortuna los usuarios que pululan del portal son mucho más agradables. Hay dos cosas que me gustan mucho del sitio: la amplitud de enfoques (información, crítica, informes, recopilaciones, premios…) con la vocación de llegar a los últimos confines de la industria, y la animada participación (muchas veces polémica, otras entusiasta, a veces erudita, por momentos insidiosa) que permite sentir como algo vivo un género que paradójicamente ha ido perdiendo apoyo popular a medida que se incrementaban la atención académica y las grandes producciones cinematográficas. Es imposible navegar por la zona sin convencerse de que aquí se tratan asuntos que les importa y mucho a los concernidos, que se pelea cada palmo de opinión. ¿Existe una comunidad tan viva aplicada sobre la novela, la poesía o el teatro? Mucho me temo que no.