De todos es bien sabido que en este país uno puede pasarse la vida opinando en público y no participar en una polémica en toda su carrera. Por polémica no me refiero a un cruce de declaraciones, una insidia, una puyita, un insulto destemplado o una impugnación a la totalidad de la obra, ya sea en los foros de un blog o en los comentarios de Amazon. Con polémica me refiero a una discusión pública de un tema más o menos centrado, recorrida por un elemento imprescindible: reconocer la talla intelectual de quien defiende argumentos distintos (y que ni siquiera tiene porque ser adversario ni contrincante).



Concurren muchos motivos para está dejación del espacio público: la pereza que da discutir, la confusión de las opiniones con nuestra persona o la arraigada noción de que lo mejor cuando nos discuten algo es enterrarlo deprisa bajo la alfombra, que haga el menor ruido posible.



A estas rémoras tradicionales se añade ahora una de orientación digital. La tendencia consiste en lo siguiente: cuando un novelista, un editor, un poeta, un agente o un librero reciben un ataque o les reprochan algo desde las redes sociales (o incluso desde cabeceras digitales) se pasa a deslegitimar el "medio" o el "canal" asegurando que todos los que allí pululan son una pandilla de cretinos, de frustrados, de resentidos o de ignorantes. El grado depende de cómo vaya el ánimo del acusador, el caso es descalificar.



Uno puede entender que quien se maneja mal en las redes encuentre más sencillo descalificar al pelotón que tratar de escarbar en busca de los argumentos concretos. Al fin y al cabo, por mucho que hayan intentado convencernos de que las redes son un canal ni emiten una programación regular ni constituyen un espacio público, sino que más bien conforman una serie de salones fragmentados y casi aislados que solo comparten algunas líneas de tensión. De hecho, este ensimismamiento en pequeños colectivos, su incapacidad de cohesionar un espacio público más allá de las fantasías de algunos usuarios (convencidos de que sus ‘conversaciones' trascienden), quizás sea el principal motivo por el que no han logrado erigirse en una alternativa de peso a los canales habituales de propaganda y comunicación que siguen ganando todas las batallas.



¿A qué viene entonces deslegitimar en bloque como si fuese una fuerza articulada capaz de expresar un único mensaje? Y si es solo ruido ¿por qué no dejarlo correr?



Quizás veamos más claro el disparate cuando se aplica el mismo procedimiento ante una crítica promovida por un medio digital, donde el artículo sí suele llevar firma. Como aquí es imposible despreciar en bloque de lo que se trata es de sustituir la discusión o la polémica por la deslegitimación del medio, señalando que tiene menor difusión que los sitios donde el aludido habla o escribe habitualmente. Esta estrategia ratonil no solo indica que los argumentos han herido al blanco (hasta el punto de no poderse callar, que sería la opción más acorde con el desprecio) sino que supone un escamoteo del espacio público que tantos de nuestros escritores confunden con un escaparate donde los pasean durante meses de promoción para que reciban saludos y elogios. Ya me dirán qué debate público vamos a tener en este país si los intelectuales nos sentimos más cómodos como espectáculos de feria que asumiendo el deber de mantener sano el debate público.



@gonzalotorne

El increíble planeta ravioli

Si uno busca o se interesa por los asuntos que la NASA se lleva entre manos casi seguro que lo primero que se le echará encima serán páginas y páginas dedicadas a la especulación gratuita, las interpretaciones turulatas y al dulce ejercicio de una paranoia sin acritud. Pero también hay blogs y portales muy serios como los que van suministrando y comentando la información que la sonda Cassini va trayendo de su viaje por los alrededores de Saturno. Hace unos meses se descubrían las montañas flotantes de Plutón y la tormenta hexagonal de 25.000 kilómetros situada en el polo norte de Saturno (donde podrían caber cuatro tierras), ya pueden imaginar como está el patio digital. Esta semana la atención se ha concentrado en la luna Pan, un satélite pastor, con una forma tan inverosímil que ya hay quien la compara con un ravioli (http://solarsystem.nasa.gov/planets/pan). Qué lástima que la Cassini tenga que ser destruida antes de empezar a indagar en los planetas azules y helados, casi al extremo de nuestro sistema solar. Y que no haya planes para reemplazarla.