Gonzalo Torné

Cualquier grupo con capacidad para cerrarse sobre sí mismo durante periodos de tiempo más o menos prolongados (aunque sean intermitentes) tiende a desarrollar una serie de palabras y expresiones propias con las que no solo se define el tono verbal del grupo, sino que, a poco que los participantes sean ingeniosos, terminan reflejando cómo piensan o cómo miran la realidad más cercana. Parejas, familias, grupos de trabajo, contertulios, da igual… el fenómeno es casi universal y se infiltra en cualquier especie de grupo constituido.



No descubro nada nuevo: se trata de un efecto bien conocido y en manos de alguien talentoso se puede sacar un maravilloso provecho. Por poner un célebre ejemplo libresco véase como Natalia Ginzburg lograba en Léxico familiar un vivísimo fresco de la resistencia italiana, la vida judía y sus propias inquietudes intelectuales partiendo de la glosa (con aires cómicos, al menos en un primer momento) de las expresiones recurrentes de su familia. Un excelente retrato de época (y de los complicados, recorrido por tensas venas políticas y morales) partiendo de una colección de expresiones mundanas.



¿No podría hacerse algo parecido con el "vocabulario" de las Redes Sociales? ¿No se supone que allí destellan reflejos contestatarios de la "realidad" tal y como la emiten los medios de papel y audiovisuales? ¿Y no ha sido desde siempre una manera de desactivar el lenguaje dominante alterar el sentido de una palabra o poner una expresión nueva donde el peso político de la vieja la ha vuelto ya inservible? ¿No sirve una expresión como "cipotudo" para que de repente se condensen de manera significativa y comunicable una serie de sospechas compartidas sobre la ineficiencia de ciertos estilos?



Se me objetará que para que un proyecto así llegue a buen puerto se requiere de una Ginzburg; pero no nos confundamos, tampoco solicito que alguien escriba una obra maestra me conformaría con un diccionario servicial que mejore lo que tenemos ahora, el inane trending-topic, que apenas refleja una lista de las palabras más repetidas, rendida al criterio cuantitativo que siempre es el más previsible.



Inciso: también me consta que hay diccionarios sobre vocablos más o menos técnicos (hastag, meme, troll, retuit…) pero lo que propongo no tiene tanto que ver con los diversos "marcos" como con los usos variables que hacen los usuarios de los espacios. Nos convendría un diccionario histórico de softcore y no de hardcore, para entendernos.



Hasta cierto punto se trata de un trabajo sencillo siempre que quien lo aborde tenga algo de talento y mucha paciencia. Se deberían seleccionar aquellos términos que permitiesen entrever los principales debates, tanto políticos como estéticos, y los tonos dominantes. También ayudaría dotar al libro de cierta perspectiva temporal. Convendría apartar como a una mosca la tentación de ser sistemático o demasiado "científico". El buen diccionario de usos debería ser impresionista, sesgado, arbitrario y un poco tendencioso.



Si tuviese tiempo (ay, si tuviésemos tiempo) me pondría ahora mismo, pero si alguien se anima y el resultado no es un completo disparate me comprometo a buscarle un editor. Aunque posiblemente a estas alturas del artículo igual hay un puñado pensándose si hacer un encargo en firme.



@gonzalotorne

El esqueleto global

Con tanto WiFi, onda, Bluetooth e inalámbrico creo que ya asociamos instintivamente la Red a una suerte de energía flotante y aérea, inmaterial, parecida al éter, y nos olvidamos de su sustentáculo físico. Lo recordé hace unas semanas leyendo a un gurú en el trance de pronosticar cuando iba a colapsarse la Red a causa de una acumulación excesiva de datos (hacia 2030 según sus cálculos). Una vez apagada la Red, ¿cómo no imaginar las extensas tuberías por donde ahora vuela la información como los huesos de un esqueleto que el sol ha ido descarnando y blanqueando? Solo su carácter medio secreto (qué tentación para gamberros) impide que se celebre abiertamente como la mayor obra de ingeniería de la humanidad, la más global, que deja en apenas nada a la Muralla China. Qué conjeturas no harán nuestros descendientes si algún cataclismo cortase la correa de transmisión de la cultura al descubrir el intrincado sistema de pasadizos y tuberías metálicas que atraviesa mares y surca desiertos para contribuir a la ficción aérea de una Red inmaterial.