Image: Hacia una información menor

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Opinión

Hacia una información menor

2 junio, 2017 02:00

Gonzalo Torné

A unque sigo creyendo que si uno pretende enterarse de veras de lo que pasa en el mundo lo mejor es que abandone cualquier esperanza de "informarse" por la prensa y se acerque a los catálogos de Galaxia Gutenberg, Destino o Ariel (por decir algo), en busca de algún libro que profundice en el asunto que le preocupa, lo cierto es que hay maneras y maneras de informarse. Y que unas son sustantivamente mejores que otras. Desde hace tiempo prefiero que me cuenten las noticias por redes que por la televisión. Alguna vez ya he comentado la experiencia de seguir un acontecimiento deportivo por una red social, y he insistido en la evidencia de que hay material e ideas que empiezan a circular (o solo circulan) fuera de los circuitos televisivos, y que cuando son absorbidos por estos se manifiestan en versiones caricaturescas o sesgadas.

Anoto a estas preferencias una tercera fruto de una decisión relativamente nueva: cuando hay un atentado terrorista prefiero ir consultando la información (aunque no siempre esté primorosamente contrastada) por las redes sociales que ver la programación televisiva. Sobre todo desde que los principales canales se han autoimpuesto un despliegue que puede llegar a prolongarse un día entero. Hasta cierto punto podía entenderse este esfuerzo sostenido por mantener el canal de información abierto cuando se recibieron los primeros golpes pues sirvió como una suerte de catarsis colectiva. Pero por desgracia lo excepcional se ha ido transformando en una rutina y la obligación de mantener el esfuerzo informativo se ha vuelto casi insoportable, al menos por dos motivos.

Uno lo conocerán bien los aficionados al ciclismo. Durante años pedimos que como ya sucedía en Francia se retransmitiesen las etapas enteras de nuestro espectáculo favorito. Bastó con un par de esas etapas para reconocer la sensatez de conectar solo la última hora y media. La carrera transcurría con altercados mínimos, no había nada que retransmitir y los locutores sobrepasaban cada media hora a duras penas y con retorcimientos parecidos a los que se exige a los ciclistas para que coronen los mayores desniveles.

Desde luego el asunto es mucho más grave, pero la gravedad no dicta el ritmo de la información ni tampoco puede imponer el despliegue de opiniones interesantes. ¿Cuántas veces se repite la misma información? ¿Cuántas veces se recurre a tertulianos de guardia que sustituyen toda tentativa de análisis por dos o tres estilemas morales para cubrir el expediente? ¿Cuántas veces hemos visto a los mismos responsables de seguridad diciendo cosas parecidas? ¿Cuántas veces los mismos nombres, los mismos testimonios, las mismas imágenes?

El segundo motivo es de orden ético: y no solo incluye la sospecha de que con tanto escándalo se está haciendo el juego a los terroristas, sino también que los canales escarban en la continuidad de lo morboso para sacar réditos económicos. Tanto si se trata de rendir homenaje a las víctimas como de fortalecer los "principios democráticos" o nuestro modo de vida sin duda será más efectiva una información elegante y contundente que este derrame de reiteraciones.

Mientras no se resuelvan estos pésimos hábitos lo mejor será ir recabando información en las redes sociales: saldremos igual (o mejor) informados y menos pringosos de morbo involuntario.

@gonzalotorne

Las ilustraciones

De todos es bien sabido que antes de la invención de la fotografía las ilustraciones jugaban un papel decisivo en la transmisión del saber. Aunque siguen publicándose libros ilustrados, los dibujos y esquemas valen más por su impronta estética que por su aplicación pedagógica. Gracias a la Red tenemos ahora acceso a ilustraciones tan importantes como las que acompañaban a la Enciclopedia de Diderot y en la que sin apenas exagerar los responsables pusieron tanto empeño como en los artículos. Merece la pena perderse tanto tiempo como el que uno disponga por este archivo: . Diderot estaba empeñado en que sus lectores "viesen" con precisión y al detalle todas las formas conocidas de minerales y vegetales, pero también las máquinas más novedosas, las herramientas de los talleres y los aperos. Se le atribuye también a Diderot la idea de que Francia mejoraría el día que los ministros conociesen mejor la casa de un artesano que los palacios de los nobles o los estudios de los artistas. Tuviesen o no razón, el resultado de tal empeño es sobresaliente.