Image: Los simuladores

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Opinión

Los simuladores

9 junio, 2017 02:00

Gonzalo Torné

Uno de los supuestos básicos sobre los que se sostiene esta sección es que existe un mundo virtual al lado del mundo de toda la vida, llamémosle real, táctil, o analógico, da igual. Pero, ¿y si todo nuestro universo no fuese más que una simulación virtual? ¿Cómo afectaría ya no a esta sección, sino a nuestras vidas?

Se trata de un supuesto muy querido por la ciencia-ficción, que empezó a usarlo incluso antes de que se desarrollase o popularizase la Red. Recuerdo de niño ver un episodio de la Dimensión Desconocida donde una familia completa trataba sin éxito de escapar de una casa a la que le sobrevenían toda clase de calamidades para descubrir al final del capítulo que eran juguetes sofisticadísimos en manos de un niño.

Desde hace relativamente poco tiempo algunos filósofos se han empezado a tomar también en serio este asunto. En un célebre y curioso artículo Nick Bostrom sostiene que la humanidad más pronto o más tarde alcanzará la posibilidad de simular con un grado de sofisticación altísimo las vidas de sus antepasados, de manera que es probable que participemos ya en una de esas simulaciones. La única alternativa para rebajar la probabilidad sería que la humanidad se destruyera antes de reunir la tecnología que permitirse estas simulaciones. Mi resumen es pedestre, pero la lectura del artículo exige nociones de filosofía de la mente, tecnología avanzada, probabilidad simple e indiferencia débil. No es ninguna tontería.

Se me dirá que los filósofos llevan hablando con metáforas desde los tiempos de Platón, y que no siempre nos resultan del todo fiables. Pero la apuesta se ha doblado en los últimos años, pues parece que ahora son los científicos los que tratan de explorar la hipótesis.

Sin ir más lejos, el asunto se discutió en una mesa redonda en el Museo Americano de Historia Natural . En el magnífico debate se apuntan y se desarrollan muchos temas, pero por resumir se bajaran dos grandes marcos: que todo nuestro universo sea un experimento de laboratorio concebido por una inteligencia superior (un Bing Bang de juguete, para entendernos), o que los humanos seamos seres simulados por una gran computadora. Esta última idea, por cierto, gusta mucho a los fabricantes de computadoras: ¿síndrome de Estocolmo computacional?



¿Qué tiene de sugestiva la idea de vivir en una simulación que aletean a su alrededor como polillas filósofos, guionistas, científicos y empresarios? La respuesta sencilla sería decir que uno teme descubrir que toda su vida es un experimento, pero tengo mis dudas. Al fin y al cabo, todo este asunto del Universo, tal y como lo vamos conociendo, es de lo más inquietante, y nuestra vida, a poco que lo pensemos, se parece demasiado a un experimento divino o del azar, según sean nuestras creencias.

También creo que el ejercicio diario en el mundo virtual contribuye también a mellar un poco el filo de esta idea. Quien más quien menos cultiva sus identidades digitales, que aprisionadas en los pocos caracteres que nos concede Twitter, la horizontalidad exhibicionista de Facebook y las silenciosas imágenes de Instagram, solo un titán (algo ingenuo) de la autenticidad podría negar su carácter de "simulaciones controladas".

@gonzalotorne

Una molesta modestia

Pocas cosas resultan más taradas que las retóricas con las que se titulan los artículos en los medios digitales de tendencias (que engloban a unas cuantas redacciones de cultura, por desgracia): "las diez más...", "lo que Pepito no quiere que sepas...", "las tres cosas que Fulano esconde...". Me sorprende que con el tono desafiante que suelen adoptar sean tan poco ambiciosos (aunque lo cierto es que luego no "descubren" más que boberías intrascendentes). Detengámonos en un clásico: los artículos sobre Instagram. Las diez mejores cuentas de cocina, de viajes, de composiciones de flor seca, de taxidermia, de amaneceres, de atardeceres, de ciudadanos con libros... ¿Diez? ¿De verdad pretendéis hacernos perder el tiempo con esa lista interminable? Seleccionar tres, como mucho cinco, sería la demostración de que el periodista ha hecho su trabajo y se juega su prestigio. Sería interesante (¡una responsabilidad civil!) que se ofreciese la Copa del Mundo a la mejor cuenta de Instagram. Les propongo el titular: "La mejor cuenta de Instagram que las revistas digitales de tendencias no quieren que conozcas".