Gonzalo Torné

Si cierro los ojos (entiéndase el ejercicio como una estrategia para conseguir una imagen intuitiva sin marear demasiado a la reflexión) imagino con cierta facilidad un carácter para cada red social: narcisista para Instagram, tímido para Snapchat, ingenioso y mordaz para Twitter y un poco latoso para Facebook.



Una vez "caracterizadas" las diversas redes sociales (dotadas de cierta sustancia de personaje) es imposible evitar que se relacionen entre ellas. Twitter es de lo más suspicaz con Snapchat y se da unos aires de superioridad (¡intelectual!) hacia Instagram que resultan muy graciosos. Las relaciones entre Twitter y Facebook son más complejas: Twitter hace todo lo posible por ignorar la existencia de Facebook, aquí recuerda un poco al adolescente a quien la vergüenza ajena impide que la volátil gratitud que siente hacia sus progenitores prospere en formas superiores de sociabilidad. Y un buen indicio de que alguien se siente incómodo en trinolandia es el hábito, cada vez más extendido, de solventar el tuit con un enlace a Facebook. Justo como esos amigos que te invitan a su casa y a la media hora se les nota lo impacientes que están por seguir la fiesta en un bar. ¡Menudos comediantes!



Facebook tiene una actitud casi vigilante hacia Twitter. Poblada por un montón de sermoneadores se siente inclinada a dictar normas y a poner un poco de orden en el cruce de voces de la red vecina. Solo así se explica que hasta cuatro veces en menos de un mes haya sorprendido a intelectuales de Facebook afear a los tuiteros por emplear su espacio en la Red para discutir, responder o increpar artículos o libros ajenos. Los argumentos van desde el adanismo habitual: ¿para qué perder el tiempo señalando lo malo cuando hay tanto bueno? Y uno tan extravagante que no me resisto a comentarlo: por culpa de tanto afán contestatario cada vez pagan menos a los columnistas, tan preocupados de discutir están que se olvidan de leerlos.



A mi juicio estos trinos críticos evidencian una creciente buena salud del sistema cultural. Siempre que seamos capaces de distinguir entre la saña contra un desliz o una falta de ortografía (que no tienen excesivo contenido intelectual) y la oposición (en el tono que cada uno elija) de argumentos que aspiran a volverse dominantes. Al fin y al cabo en nuestro país impera desde hace muchos años ese "deja pasar lo malo, céntrate en lo gracioso" que destensó los sistemas de control más elemental con resultados bien conocidos: tedio en el debate cultural y agusanamiento político.



Pensar cansa y responder todavía más, exige tanto esfuerzo que en el plano emocional entiendo bien a todos estos muchachos nostálgicos del compadreo, la pachanga, la autoficción complaciente, las ferias y los festivales, la columna sobre lo majo que es mi gato y la oposición frontal contra espectros sobre los que es imposible influir como el "Hambre en el Mundo", "Bush Jr" o "el pueblo Palestino". Claro que les entiendo. Pero también conviene recordar que cuando se deja pasar la oportunidad de replicar en un espacio público (por pequeño que sea) un argumento que nos repugna o un libro que nos parece nocivo uno se introduce inadvertidamente en la bobería o en la adulación.



Y digo "inadvertidamente" porque en esta sección creemos en la presunción de inocencia, en el examen y en la enmienda; pese a lo ufanos que se les ve a tantos revolcándose en la bobería y la adulación anteriormente citadas.

En Tránsito

Los aficionados a la historia, los mapas, los sistemas de transporte y los diagramas (espero que sean muchos) no deben dejar de visitar esta página: transitmap.net Recuperando una expresión un tanto cursi se podría decir que son mapas "de autor": basados en sistemas de transporte, pero integrando recursos virtuales como el GIF y mucha imaginación. La última genialidad: un mapa de las principales vías romanas en el 125d.C descritas gráficamente como si fuesen vías de metro. Su autor es Sasha Trubetskoy y se puede ver aquí. Otro aspecto interesante de la página es que los responsables comentan diagramas oficiales o con los que pretende mejorar a los oficiales (algunos de ellos de lo más chapuceros) de manera que ejercitan la primera crítica que conozco al diseño de mapas de servicios de transporte, y lo hacen con gusto, voluntad de exquisitez y un saludable sentido del humor. Dado lo mucho que dependemos de estos artilugios para movernos por el mundo la iniciativa parece no solo estupenda, también una verdadera responsabilidad civil.