Burns
Luna Miguel
Uno de los grandes momentos de Los Simpson es ese en el que el señor Burns se viste de jovenzuelo con un gorro, una camiseta de estética metalera y un monopatín. La imagen, junto a la de Homer desapareciendo en un arbusto o la de Bart mirando a su doble malvado, es además uno de los ‘memes' más populares en las redes sociales, porque a él hay que recurrir cada vez que a un señor columnista le da por explicar cualquier cosa de la vida a las nuevas generaciones.Ese mismo ‘meme' de Burns es el que se me viene a la cabeza cuando escucho -o incluso cuando yo misma uso- el concepto "fenómeno booktuber". Desde hace ya alrededor de cinco años, no es raro encontrar artículos en la prensa cultural o de tendencias en los que se hable de estos youtubers desde la extrañeza y la lejanía. Suele haber un tono paternalista en la celebración de sus vídeos, un tono que les perdona la vida, como si el hecho de ponerse frente a una cámara, con música, rótulos y cartelas, les hiciera empequeñecer. O como si por hablar de fantasía, cómic, novela negra, young adult -o cualquiera de esos géneros que a la crítica literaria sólo le interesa de manera muy puntual, como, cuando es abordado por un autor puramente "literario"- su trabajo tuviera menos que ver con La Literatura.
Ni mucho menos. El "fenómeno booktuber" no es un fenómeno, es la lucha diaria de Andreo Rowling por visibilizar personajes LGTBI; y la de Diego Marcapáginas por reseñar libros de poesía de los que nadie más habla; la de Javier Ruescas por iniciar proyectos con trasfondo social, como su libro contra el bullying Y luego ganas tú; o incluso la de Ter, por conseguir mezclar reflexiones sobre literatura y filosofía con la cultura pop y el universo Kardashian. Son sólo unos pocos nombres, pero juntos mueven y emocionan a más lectores que muchos medios literarios. Y todo sin necesidad de disfrazarse del señor Burns. @lunamonelle