Image: Un libro, un tigre

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Opinión

Un libro, un tigre

7 julio, 2017 02:00

Agustín Fernández Mallo

Veo en TV la final de la Champions Leage, alguien chuta a puerta, y no deja de parecerme entre mágica y pavorosa la imagen de 400 millones de personas moviendo la cabeza hacia el mismo lado que yo. Cuando no existía televisión, algo similar ocurría con la Luna. ¿No resulta inquietante que la misma Luna que ves desde tu ventana esté siendo vista por millones de personas que ni conoces ni conocerás? La Luna fue el primer televisor. Ese compartir una misma imagen, ese sentimiento de comunidad, está siendo ampliado hoy a las redes sociales. Pero no opera de igual modo en los libros. En efecto: estás leyendo y no es habitual pensar que esa misma página está siendo leída por muchos otros lectores repartidos por el Planeta, como si la literatura fuera una máquina programada para generar el sentimiento exactamente contrario al de las imágenes: lo que tienes ante tus ojos sólo lo estás leyendo tú y nadie más que tú.

Con independencia de que estés ante un volumen único o ante un verdadero best seller, el libro crea de inmediato una sensación de irreductible individualidad, de ser un escogido, o de poseer una singularidad compartida como mucho por unos pocos iniciados. Cada libro parece venir preparado para desactivar la necesidad de estar conectado en todo momento a "todo el mundo".

Quizá también por eso de una lengua común Indoeuropea nacieron lenguas bien diferenciadas, cada una con su irreductible literatura. ¿Podría existir un "Indoeuropeo de las imágenes"? No lo sé. En la Biblia no aparecen tigres, por ello hasta el siglo XV no hubo tigres en el arte Occidental. Cuando tales animales fueron traídos a Europa eran los únicos que no tenían un significado metafísico, y hubo que inventarlo, personalizarlo. Del mismo modo irrumpe cualquier libro en nuestra vidas, como un tigre único, intransferible y aún por nombrar.