¿Qué tienen en común Bob Dylan y Kazuo Ishiguro, los últimos premios Nobel de Literatura? Pues ni más ni menos que la canción. Contó Michiko Kakutani, la prestigiosa crítica literaria estadounidense, que antes de alcanzar fama como novelista en los años 80, Ishiguro fue un aspirante a cantautor, admirador de Dylan y Leonard Cohen, que cantaba en clubes de folk británicos y en el metro de París. Como su carrera musical no despegó jamás, el joven Ishiguro se acabó apuntando a un curso de escritura creativa en la Universidad de East Anglia dirigido por Malcolm Bradbury. Y comenzó a escribir. En 1982 publicó su primera novela, Pálida luz en las colinas; en el 89 ganó el Booker por Los restos del día, y hace una semana, el Nobel. ¡Y aquí la Academia Sueca no ha desafinado!



Habrá resistencia, pero no hay vuelta atrás. Me cuentan que la Fundéu se reunió la semana pasada para discutir el tema -propuesto por la RAE- de las tildes diacríticas. ¿Recuerdan la polémica a cuenta del "sólo"? Pues había allí, en la Fundéu, alguno que no hacía caso a la nueva norma, que pide ya quitar la tilde siempre. Y se le corrigió con razones: las tildes provienen de cuando se leía en voz alta y había que marcar los acentos de la voz. Es esa la razón, por ejemplo, de que en algunas novelas del XIX haya tildes en lugares raros, como en "límpio" para diferenciarlo de "limpió". ¡Así que esas tildes no siempre estuvieron ahí! Al parecer, vamos camino de quitar cada vez más tildes. Primero fue el "fué", después los demostrativos, más tarde el "sólo"... ¿Serán el "mí" o el "tú" los siguientes en quedarse sin el distinguido signo?



El Teatro Principal de Palma ha azuzado la vena teatral de José Carlos Llop y Carme Riera, dos escritores locales. Las obras que presenta coinciden en la figura histórica del archiduque Luis Salvador de Austria, que dejó atrás la corte de Viena para recorrer el Mediterráneo. Este pionero del turismo germánico conoció a fondo las Baleares. La prueba es su monumental tratado sociológico y geográfico Die Balearen. Llop ha elaborado un monólogo de la payesa que fue su amante (La noche de Catalina Homar). Y Riera desmonta el mito del noble en Las últimas palabras, donde, mientras dicta su testamento, emerge como un tipo huraño y sin escrúpulos.