Image: Huecos de la imaginación

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Opinión

Huecos de la imaginación

19 enero, 2018 01:00

Gonzalo Torné

"Cada vez me fastidia más que los protas de la mayoría de las películas sean de clase media-alta-muy alta. Casoplones, pisazos antiguos y con vistas, diseño, despreocu- pación económica, en taxi a todos lados... Acabo siempre preguntándome: ¿cómo sería la misma historia con precarios?". Lo que antecede es un tuit (sí, en su versión extendida) de Isaac Rosa (@_isaacrosa) a quien siempre hay que prestar mucha atención cuando habla, en digital o en papel. Me ha llamado la atención porque siendo muy cierto lo que dice (muy en especial en las series de televisión) cuando se trata de literatura tengo la impresión contraria: que si en algo está haciendo dejación de funciones la novela es en la representación de los "ricos y poderosos".

Si lo pienso con un poco más de detenimiento vuelvo a darle la razón a Rosa. Aunque desde que se propagó la crisis se ha incrementado la cantidad y la atención que reciben las novelas ambientadas en el mundo de los "precarios" (llegaron a estar casi proscritas), todavía se escriben muchas más protagonizadas por estos fantasmas de la clase media que viven en pisos regios, que van en taxi a todos lados, que disfrutan de dos residencias y que comen por todo lo alto...

Digo "fantasmas de la clase media" porque no tengo muy claro que existan muchos de estos individuos. Sectores de la economía donde los encontrabas con relativa facilidad se han ido despoblando: arquitectos, abogados, médicos, novelistas... Parecen haberse refugiado en el minoritario segmento de los ejecutivos, sometidos a una presión de la que apenas encontramos hoy rastro en las ficciones televisivas. La mengua de estos ciudadanos que sin ser ricos apenas pasaban apretones y a los que un día se les empezó a llamar clase media no tiene correlato en las novelas, donde siguen paseándose y ocupando un enorme espacio justo como lo que son: fantasmas de un mundo acabado, y que no tiene visos de volver.

Admito que estos "fantasmas literarios" ocupan el espacio de los pobres y de los contribuyentes en progresiva merma de poder adquisitivo, pero me parece que también cubren el espacio literario donde se podría indagar la naturaleza de los "ricos y poderosos". Como representantes sociales esta clase de personajes constituyen una doble impostura: irrelevantes en número para dar cuenta de los empobrecidos, son también irrelevantes en dinero y en poder para dar cuenta de la clase dominante; si su tren de vida oculta la clase de relación que el individuo "precarizado" tiene con su entorno, su humanismo sin la menor tensión social nos impide iluminar las contradicciones (al borde de la vesania) de ese puñado de seres que viven para acumular capital por encima de sus posibilidades de gastarlo y que consideran una prioridad escalar en listas más o menos insignificantes como la Forbes; incluso dificulta indagar qué tienen en la cabeza (sueños, esperanzas, miedos, ilusiones) el colectivo, un tanto más amplio, que suele legislar en su beneficio.

(Una tarea a la que para nada es ajena la literatura; basta pensar en los reyes de Esquilo y Shakespeare, en los nobles de Tolstoi o en los capitalistas de Dickens).

Siendo como es un problema que la ficción no logre comprender y consolar las vidas precarizadas por la corrupción y el egoísmo, me parece una dejación equivalente que renunciemos a imaginar cómo son los individuos que amparan y sustentan un mundo así.

@gonzalotorne

Cicateros

Hace unos meses señalaba la oportunidad (desaprovechada) que tenían las editoriales de emplear sus páginas virtuales para acreditar a todos los que participaban en la contratación y elaboración de las distintas vertientes (textuales, gráficas, tipográficas...) de un libro. Contraponía esta racanería al generoso hábito cinematográfico de acreditar a todo el mundo. Pues bien, todo era efecto de mi inocencia (por no decir de mi desinformación). Por lo visto son decenas y decenas de profesionales del maquillaje y de los efectos especiales (por poner dos ejemplos) que quedan fuera de las listas de créditos. Y según mis fuentes los más vulnerables son precisamente los que trabajan con herramientas digitales, y muy especialmente en contenidos producidos para difundirse en la Red. Cada día que pasa la "economía colaborativa" y el "pensamiento en Red" se revelan como maquillajes para ocultar unas relaciones y abusos laborales extremadamente similares a los del mundo físico, y que exigirán una capacidad de organización parecida para hacerles frente. Por el momento, los trabajadores omitidos en la película Bright ya han hecho público el abuso. Que cunda el ejemplo.