Image: Ampliación del troll

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Opinión

Ampliación del troll

9 febrero, 2018 01:00

Gonzalo Torné

Unas veces por falta de rigor, otras por un exceso de imaginación, y en ocasiones también de manera intencionada… sea como sea, lo cierto es que las palabras alteran su perímetro semántico que es un primor, no digamos ya si se trata de un adjetivo (o un sustantivo) despectivo. Existen ejemplos históricos como "barroco" o "impresionismo" en el que términos pensados como despreciativos fueron asumidos por los insultados como etiquetas identificativas. Y quizás es porque he vivido la transformación del vocablo pero todavía me rechina que los aficionados a la zona indeterminada donde confluyen la ciencia-ficción, el rol, los tebeos y star wars reivindiquen con orgullo ser "unos frikis".

Ahora mismo asistimos a la mutación de una palabra surgida en la brega de las redes sociales. Me refiero a troll. Por resumir: se trata de un término despectivo con el que nos referimos al individuo que desde el anonimato se dedica al acoso de algún personaje público. Ya desde este marco interpretativo la aplicación de la palabra troll a determinadas actitudes es un tanto injusta, pues se mezcla a quien roza territorios delictivos, con quien se vale del anonimato (a veces para beneficiarse del poder de convocatoria que tiene un seudónimo bien trabajado) para esgrimir argumentos atinados y que merecen atención.

La reciente mutación del término incrementa esta sensación de "injusticia". Se la cuento de inmediato: en los últimos meses he visto a dos editores tildar de trolls a un crítico en activo por una reseña negativa y a una pareja de novelistas (ya muertos) que situaban los libros de un tercero en la esfera de la vergüenza ajena. Y empieza a ser una costumbre que personas de mi edad (y más jóvenes) califiquen a los personajes públicos (escritores, artistas, cineastas, arquitectos, da igual…) que con su nombre y apellido aprovechan el espacio de la Red para discutir las opiniones y el trabajo de otros colegas, en los términos que consideran oportunos, de trolls.

En ambos casos se reprocha, valiéndose de una palabra con una importante carga despectiva, dos actitudes que no solo hacen un uso responsable del espacio público, sino también, a la vista de lo que subyace en la interesada ampliación semántica de troll, valiente. Que un editor censure en público a un crítico por cumplir con uno de los compromisos más importantes que puede establecer con sus lectores (alejarles de los malos libros) oscila entre lo ridículo y lo penoso, pero llamar troll a un colega que departe en público lo que piensa, apuntando la mayor parte de las veces hacia arriba, constituye una despreciable cobardía preventiva.

Parece como si a estos detectores de trolls les preocupase sobre todo la placidez ambiental que les ayuda a no entrar jamás al trapo, legitimando con su pasividad la circulación de la tontería. "Que no se note, que no se note, qué pereza tomar partido". Tiene delito que para una vez que se deciden a abandonar el adanismo papanatas no sea para contribuir a la disputa y al debate sino para intentar cerrarlo recurriendo a la palabra más desagradable que encuentran: "¡Caramba, como trollea Pepe!" o "¡Anda, no sabía que Zacarías fuese tan troll!". Creo que esta tribu amerita que se la designe con un nombre identificativo, volveré a este asunto en breve, se admiten sugerencias.

Carne de Instagram

Quedarse atrás es una de las cosas imperdonables (quizás la peor) que le pueden suceder (un crimen pasivo) a una persona o empresa. Y como tampoco está nada claro que significa "ir hacia delante" parece comprensible que tomemos como referencia las novedades tecnológicas siempre bien predispuestas a presentarse como las banderas del cambio y el progreso, a poder ser inevitable. De manera que siendo Instagram la red social de moda se entiende que ningún comercio quiera quedarse fuera del juego. Ahora bien, si para una frutería o una zapatería ya es complicado alimentar de contenido una cuenta de Facebook, lo de Instagram, dada la relativa monotonía de la actividad, se antoja ya heroico. No les voy a recomendar ninguna porque parecería ensañamiento, pero les recomiendo que indaguen en el Instagram de su carnicería de referencia, con un poco de suerte encontrarán un imponente despliegue de filetes, huesos, menudillos, tripas comestibles y toda la paleta de la carne muerta, pero todavía tersa y gustosa, que parece suplicarnos que la resucitemos con la alquimia del fogón.