Image: Bochorno de los valores artísticos

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Opinión

Bochorno de los valores artísticos

16 febrero, 2018 01:00

Gonzalo Torné

Las últimas semanas han ido cargadas de polémicas de sesgo cultural. Después de unos cuantos meses dominados por los carnavales del politiqueo y sus banderines, lo cierto es que se agradece que nuestro campo de estudio se reanime. Les iré dando cuenta en las próximas entregas del panorama general, pero hoy quiero detenerme en una cuestión de detalle: una discusión centrada en el wéstern cinematográfico (la liebre, ciertamente, salta por donde menos lo esperas).

Un grupo (no sé si articulado) de críticos de orientación feminista ha señalado desde diversos foros digitales la conveniencia de revisitar el wéstern como género y muy en especial las películas que pasan por ser sus cimas (de otra manera no tendría gracia) y valorarlas a la baja si se confirman las sospechas sobre su desmelene machista.

La reacción no se ha hecho esperar y aquí y allí han aparecido protestas de críticos y aficionados al género cuya línea defensiva ha consistido en sacar la bandera de los "valores artísticos" que "atesoran" esas películas, y que según ellos deben ser protegidos de los ataques de la crítica feminista (entendida como un todo, sin matices), a la que han acusado de oportunista y, como no, de ideológica.

Me ha sorprendido mucho el enfoque de la respuesta, por su torpeza. La idea misma de la existencia de unos valores artísticos estables y ajenos a la esfera de las preocupaciones corrientes o históricas es de una ingenuidad que desarma. Basta con echar la vista atrás y recorrer la historia del gusto para comprobar que series de valores muy diversos han estado siempre en pugna. Precisamente este es el motivo por el que atacar el canon de cualquier arte en general es un trabajo baldío, pues el canon nunca es otra cosa que un vulnerable listado abierto (de contornos imprecisos) que va reconstruyéndose cada cierto poco tiempo.

Los supuestos valores artísticos constituyen un listado también abierto y en pugna, del que entran y salen criterios, variables y orientaciones. Y entre los que, como no podría ser de otro modo, siempre ha tenido su espacio la representación compleja del carácter y la situación de las mujeres (¿no es uno de los motivos por los que nunca nos cansamos de leer Madame Bovary o Anna Karenina?), y que a tenor del interés que despierta en muchos espectadores y lectores va a incrementar su importancia en el futuro inmediato.

Me parece mucho más sensato (y viable) tratar de compaginar en lo posible esta serie de valores distintos, aún a riesgo de renunciar al resplandor de "obra maestra" de alguna película, que atrincherarse en las claves de un gusto (el propio) que defendido en estos términos no le queda otro remedio que degradarse en prejuicio. Me recuerdan estos adalides de los "valores artísticos" al estudiante de filosofía que, enamorado del aristotelismo, se empeña en negar el penoso papel que en sus páginas se reserva a las mujeres y a los esclavos; cuando es sencillísimo reconocer estas deficiencias, renunciar a la perfección del maestro y lanzarse a exponer sus hallazgos, incesantes. Qué poca fe en el arte no darse cuenta de que una laguna o una torpeza en una de las perspectivas críticas desde las que se puede abordar una obra no siempre la arruina.

@gonzalotorne