Image: Coral hablado

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Opinión

Coral hablado

2 marzo, 2018 01:00

Eloy Tizón

La Escuela Superior de Canto de Madrid ha celebrado un homenaje al músico madrileño Ramón Barce (1928-2008), creador del grupo Zaj, que este año cumpliría 90. Su viuda, Elena Martín, nos ha reservado butacas en primera fila. Ella misma, junto a cinco amigos más, interpretan la obra Coral hablado, ideada por Barce en 1966 bajo influjo dadaísta. Es una pieza ingeniosa que sigue teniendo frescura experimental. En el escenario, tres escritorios. Elena toma asiento en el del centro y comienza una presentación erudita sobre la obra que nos disponemos a escuchar. Lleva unos minutos hablando, cuando otro participante ocupa por sorpresa el escritorio de la izquierda y comienza su discurso. Los dos hablan a la vez, creando un efecto cómico de parloteo gallináceo, que es lo que se pretende. Poco después, un tercer conferenciante se une al dúo y ya son tres los que hablan al unísono, luchando por imponerse unos a otros ("¡Ustedes escúchenme a mí!") y aumentando el guirigay y la distorsión. Otras tres personas del público van tomando la palabra, todos vociferan a la vez, de forma que no se entiende nada, más allá del sonido -melódico o irritante, según se lo tome uno- de las voces superpuestas. Realmente, es una polifonía. Una pieza vanguardista que se interroga sobre los límites de la música, el lenguaje articulado y el poder, sin perder de vista el sentido lúdico.

Coral hablado es el anuncio de un concierto que nunca llega a producirse. Mejor dicho: el anuncio del concierto es el propio concierto; no hay más. Una especie de zarzuela punk. Todos los participantes son amigos de Elena y Ramón, con lo cual la performance se anuda en un tejido de afectos. Los seis monólogos podrían haber coincidido en algún punto. Es un divertimento risueño sobre la (in)comunicación humana. Dura unos treinta minutos que se hacen cortos. Al final, aplaudimos con ganas.