Gonzalo Torné

Es posible que no sea el primero pero hasta dónde yo recuerdo Tienes un email fue de los intentos más tempraneros de integrar en la trama de una ficción el mundo digital. Estamos hablando del año 1998, ¡el siglo pasado! Pocos años después, si mal no recuerdo, acaso coincidiendo con el primer auge de las redes sociales, se desató una oleada de novelas de ficción donde se presentaba como un mérito mencionar la red o incorporar elementos del mundo digital. Así lo proclamaban en las entrevistas y se reseñaba en las críticas: recoger aspectos de las nuevas tecnologías se asumía como un valor literario.



El asunto tenía sus filos, pues ciertamente tarde o temprano las novelas deben incorporar las novedades del mundo circundante (de otro modo los personajes seguirían yendo en calesas, tomando rapé y vistiendo calzas), pero este desembarco del mundo circundante en el mundo paralelo de la ficción es algo que sucede paulatinamente, casi sin esfuerzo, de manera que si bien tuvo su gracia ser de los primeros en describir un viaje en avión, o una búsqueda por Google, estas incorporaciones no pueden compararse con los méritos que se desprenden del estilo, de la inteligencia, de la imaginación o de la audacia. Vamos, que no me imagino a nadie dentro de treinta años tragándose un tostón solo por que se descubriese que fue de las primeras novelas donde Instagram tuvo un papel relevante.



El balance se saldó con la incorporación al atrezzo de la novela de elementos reconocibles del mundo digital. Digo "se saldó" en pasado, porque aunque estoy bastante al día, creo que aquella sucesión de novelas relacionadas con la Red se ha detenido casi en seco. Uno de los motivos podría ser que ya ha cumplido con su cometido, pero insisto, de ser así la operación ha resultado ser un tanto pobre, pues ha quedado por hacer lo más difícil para el autor y lo más provechoso para el lector. La que podría llamarse por puro afán de alboroto "La gran novela sobre la Red", pero que llegado el momento podrían ser cientos de ellas. Es decir: explorar imaginativamente cómo afectan las redes sociales a nuestras vidas, pero no de manera exterior y teórica, sino cuando estamos sumergidos en ellas. Cómo se alteran nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras ambiciones, cómo nos vemos a nosotros mismos y a los otros.



Por una vez creo que la ausencia de las redes sociales (no como menciones de atrezzo, sino como ambiente sustancial que determina las ambiciones y el carácter de los personajes, que influye en el planteamiento y en la resolución del relato) se debe a que los profetas se equivocaron sobre la importancia de las así llamadas nuevas tecnologías. Más bien al contrario, la fuerza y la complejidad de las redes sociales han desbordado en más de un sentido las expectativas. Twitter, por ejemplo, no es un canal de noticias, no es un sitio donde se "emite" un contenido, no es un espacio jerarquizado… Es un conjunto de núcleos relacionados, de relaciones flexibles, un cruce de opiniones en combate, interpelaciones aleatorias (aunque no arbitrarias) que no pueden anticiparse. Reglas, familias y geografías y alianzas inestables. Una región dentro del mundo. Quizás por eso no nos atrevemos a abordarlas en una novela: la empresa es demasiado difícil.



@gonzalotorne

Sensibilidad

Acudo por un tuit leído en diagonal (tan en diagonal que no puedo citarlo) a Facebook para visitar una noticia a la que se ha antepuesto este texto: "la siguiente imagen puede herir su sensibilidad". La imagen pertenece, por su titular, a una persona trans. Como cada uno tiene la sensibilidad que tiene imagino inmediatamente un quirófano (llevo una semana desconfiando de los ojos desde que vi en una exposición de Frank Horvat un glóbulo ocular fisurado durante una operación). Pero como también soy un profesional rastreando material para esta sección me sobrepongo y permito que Facebook me muestre la foto: una persona, de unos treinta años, sonriente. La sensibilidad, como el dolor de muelas, es un asunto privado, y prefiero no indagar en qué clase de sensibilidad puede ser herida por la fotografía de una persona sonriente. Mi sensibilidad por ejemplo queda gravemente herida por la idiotez, pero entiendo que "detectar la idiotez" está por encima de las capacidades de un algoritmo que prefiere recostarse de manera confortable en las versiones pusilánimes de los prejuicios más rancios.