Image: La primera vez

Image: La primera vez

Opinión

La primera vez

13 abril, 2018 02:00

Gnzalo Torné

¿Recuerdan la primera vez que navegaron por internet? ¿Lo recuerdan con la intensidad de aquel muchacho a quién en la primera línea de una novela famosísima lo llevaban a ver el hielo? El mío es un recuerdo más bien caluroso (la maza solar percutiendo contra las plazas duras que los sufridos barceloneses nunca deploraremos lo suficiente) con un vago aire de aventis, pues de lo que se trataba era de sortear la vigilancia de la Universidad Pompeu Fabra y colarse en una sala donde podía navegarse (fuese lo que fuese aquello) de manera gratuita. Creo recordar que éramos un comando de tres (me disculpo si el olvido ha pasado su impertinente borradora sobre la silueta de un cuarto cómplice, pero bueno, ¡también hubiese podido significarse un poco más!): un experto en la navegación al que nombramos capitán por su cualificada experiencia y que se pasó el viaje tratando de describir (sin el menor éxito) la experiencia insólita a la que íbamos a enfrentarnos, un amigo patibulario (en previsión de lo de saltarnos la vigilancia) y que terminó estudiando teología, y yo mismo, en calidad de organizador, me temo.

Seguiría contando la anécdota, pero como casi cada vez que me encuentro con un pasaje biográfico en una columna de opinión me entra el sueño se lo ahorraré al sufrido lector. El caso es que como anticipaba en la primera línea la operación fue un éxito.

Estos días he formulado una encuesta mínima entre navegantes de mi edad y más o menos todos recordaban sin demasiado esfuerzo su primera vez. Hay quien debutó en un cibercafé, otros en "una casa ajena al pie de la montaña", en una sala de Universidad o en el despacho de su director de tesis; hicieron servir Lycos, Hotmail o Netscape. Lo usaron para cosas tan dispares como para buscar información sobre las botas Dr. Martens, una información sobre Borges, algo sobre gimnasia rítmica, la letra de Killing in the name, o para preguntar qué diantre era un "hipervínculo".

Ya recuerden el contenido de la búsqueda o el sitio dónde se pusieron a navegar (algunos se acuerdan incluso del nombre) la mayoría coincide en que fue un momento con su densidad, "cargado de futuro", digno de recordar. Y no es para menos. Si todo va como predicen seremos los últimos humanos (por ponernos tremendos) que van a recordar cómo se conectaron a la red ya de adultos. Tanto pensarnos como el fin de la historia y lo que de verdad somos es los primitivos de la Nueva Era.

Aunque me he enrollado hasta ocupar el espacio entero prometo que está experiencia compartida era solo el preámbulo de una discusión más enjundiosa. Pues a esta condición (generacional) de criatura que ha participado de dos mundos suelo atribuir algunas de las incomprensiones que me suscita el comportamiento en la red de ciertos colegas, antes de recurrir a la pereza, a la mala educación o a la incompetencia (la navaja suiza de las explicaciones). Sin ir más lejos me gustaría responsabilizar a mi aprendizaje adulto de las entretelas digitales la costumbre que tienen algunos columnistas de defender lo que han escrito libremente en sus espacios retribuidos en las redes sociales; y el procedimiento inverso: quienes prolongan las trifulcas que se originan en las redes en el medio que les paga. Les emplazo a la semana que viene, por si quieren darle una vuelta en sus ratos libres.

@gonzalotorne

Clasificaciones

He descubierto que suscita cierto interés en las páginas de tendencias averiguar y comunicar a sus sufridos (¡sufridísimos!) ojeadores cuál es la foto subida a Instagram con más "me gusta" o cuál es el tuit con mayor repercusión (mundial o local). En Instagram se prefiere nombrar un ganador anual con el que se va formando un palmarés similar al de Wimbledon. Para Twitter parece que se prefiere agrupar las publicaciones más retuiteadas en almanaques de "lo mejor" o "lo más divertido" (dando por hecho que lo más leído será alguna gansada). En Facebook, por aquello de la privacidad (un tanto en entredicho) el guarismo favorito es el número en bruto de seguidores. A bote de pronto me parecen unas clasificaciones previsibles y un tanto insustanciales. Quizás se podría poner un poco de imaginación y averiguar quién es el usuario que ha escrito más tuits en un día o de todos los tiempos, o quién tiene la peor ratio de intervención/retuit. Cualquier cosa sería preferible que volver a ver a los famosos de siempre en las actitudes más previsibles.