Luna Miguel

En Philippe le libraire no hay un orden lógico para que las cosas pasen, pero tampoco para que los libros caigan. Sí. Allí los libros caen. En esa minúscula tienda cercana al canal de Saint Martin, los libros se amontonan unos encima de otros como si un niño hubiera estado jugando a ver quién hace la torre más alta.



El techo de la librería de ese hombre que no atiende a sus visitantes sino que los mira de reojo sin dejar de atender al cómic que lee, también está forrada de ilustradores jóvenes que se abren paso en una industria que saluda a los que hacen cosas raras como a cualquier otro creador.



Cuanto más raro sea el libro, de hecho, mejor encajará en las estanterías rebosantes que custodia Philippe. Allí caben ediciones carísimas de ilustradores de renombre, pero también pequeñas piezas del underground francés como esas genialidades de la colección BD-CUL ("cómic culo" podría ser una traducción) en las que diferentes ilustradores del país entregan lo que ellos entienden por una historieta gráfica de temática erótica y humorística al tiempo que delirante. O como esas de Éditions Cornelius, donde recientemente ha aparecido una traducción de la novela gráfica Charles, del italiano Alessandro Tota, en la que un personaje principal que es el mismo Charles Baudelaire reaparece en plenos años 90 y se convierte en un viejo punk.



Pero no sólo hay libros underground de europeos loquísimos. Philippe le libraire vende a sus autores de manga favoritos como si fueran diamantes de una generación perdida del siglo XIX y sus páginas pudieran quemarse si las tocáramos. En su librería, ningún género es menor. En sus pilas de libros, ningún nombre suena extranjero. Entre sus reliquias, lo que más brilla es el humor, la experimentación y la cabronada. Está en París, claro, como todo lo bueno de este mundo. Y no os lo cuento para daros envidia. Os estoy obligando a que vayáis.



@lunamonelle