Gonzalo Torné

En el así llamado mundo real acaba de cerrar sus puertas o estará a punto de hacerlo la librería Auzolan, todo un referente en la ciudad de Pamplona. Además de vender libros la librería era conocida entre sus vecinos por organizar casi todos los martes del año lectivo un foro donde con la excusa de la "novedad" su organizador, Roberto Valencia, invitaba a un novelista, una poeta, un filósofo o una editora para someterlos a una conversación amable e inquisitiva, de inteligencia e inventiva desacostumbradas y que en ocasiones ponía al protagonista frente al espejo de lo que había pretendido y logrado (o quedado a medias); un ejercicio y una lección de crítica en directo (hablo en plural porque recomendé a numerosos amigos y amigas que acudieran a Pamplona y casi todos, diría que todos, regresaron a sus casas con una impresión parecida). A este lujo de conversación es obligatorio sumarle la "alta afluencia de público" atento hasta lo insólito (gracias al nervio del maestro de ceremonias apenas asomaban esas caras distraídas que certifican que esta tarde tampoco vamos a revestir nuestras ideas de un mínimo interés) y la amabilidad de propietarios y libreros que solía prolongarse en una cena informal.



La lista de personas de mérito que pasaron por Auzolan es imponente. Pero asombra constatar cómo muchos de los nombres que entretanto se han vuelto sonoros éramos noveles o desconocidos cuando recibimos la primera invitación. En la política del foro se percibe la estrategia de seleccionar con criterio y cuidado a los intervinientes. Una apuesta por una manera de escribir, editar o traducir que no siempre encontraba resonancia en las páginas culturales, en el mainstream del momento. Digamos que las charlas dibujan un itinerario (imagino que con desvíos e impedimentos logísticos, Pamplona estaba fuera de todas las rutas promocionales) por la escritura española y latinoamericana reciente, cuyas poéticas tanto se esforzaba Valencia por esclarecer durante sus amables interrogatorios.



Les cuento todo esto no porque barrunte darle un giro a esta sección sino porque uno de los fenómenos más desagradables de nuestras actuales relaciones con el mundo digital es la velocidad con las que descartamos posibilidades antes de darles la ocasión de madurar. El ebook es un ejemplo: si bien ha incumplido los delirios de los profetas, es un escándalo liquidarlo antes de comprobar si con él solucionamos los laberínticos problemas de distribución entre países de habla española. También creo que se desaprovecha la posibilidad de editar vídeos con los mejores momentos de las presentaciones, cuyo público potencial es mucho más elevado que el que puede acudir a la librería el día señalado, y mantenerlas así vivas en la red.



Por no andarme por las ramas: quizás en Auzolan no sean conscientes (por modestia) del interés que atesora el caudal de diálogos que se han celebrado entre sus paredes, pero les aseguro que va mucho más allá de la ocasión puntual. Conservar, editar y poner a disposición de los oyentes de todo el mundo este material es casi una responsabilidad civil, con la que ojalá se comprometiesen las llamadas autoridades públicas; le darían sentido a los aletargados y aletargantes recursos digitales de sus páginas, honrarían años de dedicación cultural de primera magnitud, se honrarían a sí mismos.



@gonzalotorne

Cronología distópica

En las redes sociales cada uno tuitea, hace la ‘facebookada' y cuelga la foto que quiere o puede. Encontramos ingenio, desahogo, erudición, simpatía, ajustes de cuentas, seducción… Según esté el ánimo del usuario. Supongo que ya somos (a la fuerza ahorcan) disciplinados y constantes en nuestros trabajos. Aún así… intriga y alegra descubrir que hay constancias expresamente desarrolladas para el medio y que no deben confundirse (¡bajo ningún concepto!) con el usuario neuras que habla de un solo tema porque es su tema y ni tiene otro ni se le ha ocurrido buscarlo. Entre mis ‘empresas favoritas' les recomiendo el ejercicio de efemérides comparadas que Milo J. Krmpotic (subdirector de Librujula.com y autor de El murmullo e Historia de una gárgola) va dejando caer en su cuenta de Twitter (@mjk1974). Krmpotic sabrá sus motivos pero a veces el efecto de estas comparaciones (audaces no solo en el contraste de lo que se "conmemora", sino también en el juego y la distancia entre las fechas) es vertiginoso, y pese a no inventarse nada (o eso creo) decididamente distópico.