Agustín Fernández Mallo

"Stop worrying about growing old, and think about growing up", la cita es de la novela The Dying Animal, de Philip Roth, publicada en su idioma en 2001 (en español, El animal moribundo, Alfaguara 2002). Podemos traducirla como "Deja de preocuparte por envejecer y piensa en crecer", y ha corrido por las redes nada más conocerse la muerte de Roth, yo mismo la he retuitado, pero en no pocos comentarios he visto que era recibida como el típico adagio de libro de autoayuda.



Las frases lapidarias, gustan. Sólo así se explica lo mucho que nos atrae Twitter, ese conjunto de textos/archivo que tanto pueden tomarse como eslóganes publicitarios mutados en destiladísimos pensamientos, como exactamente su contrario, o sólo así se explica que Trump y Kim Jong-Un jueguen a pasarse frases de colegio, o que no sólo las editoriales sino también algunos lectores hayan comenzado a catalogar bajo el género de poesía una suerte de textos que trasladan al libro esas frases de condolencias/cumpleaños/despedidas de soltero que vemos en tarjetones a la venta en chiringuitos de playa, junto a las postales turísticas, operación que, a su vez, no es más que la culminación de algo iniciado hace por menos 40 años: las cassettes, a la venta en gasolineras, de los chistes de Arévalo y los Pink Floyd falsos.



Pero -conste- nada que objetar. Lo malo ha de habitar con lo bueno, de lo malo se aprende tanto o más que de lo bueno, aunque sólo sea para saber qué no hay que hacer. La grandeza de cualquier obra que perdura en el tiempo es traspasar los límites para los que fue pensada, ir a otra clase de contextos, mutar en impensables formas, dejar de pertenecer al autor. Tal pérdida -tal deriva universal- es el verdadero Premio Nobel de Literatura, aquel que en vida Roth no tuvo, y que ya se prefigura tan legendario y escandaloso como el que no tuvieron Borges o Cortázar.



@FdezMallo