Nubes de verano
Las de Emil Nolde, extrañas y misteriosas, nos hablan más que nunca de la incertidumbre de este otoño, como si fueran a regresar la Antigüedad o los campos de Verdún
David Mitchell tituló sunovela más popular El atlas de las nubes: se filmó en Mallorca. Antes habíamos leído La théorie des nuages, de Stéphane Audeguy, donde un modisto japonés, ayudado por una joven bibliotecaria, encarga una búsqueda borgiana basada en su fascinación por las nubes, su colección de libros sobre las mismas y lo que ocurre entre las piernas de las mujeres. Detrás, la gran nube-hongo de Hiroshima.
Vida y muerte: las nubes están, desde que el tiempo es tiempo, entre la literatura y la meteorología. Pero en la sabiduría antigua eran heraldos y existían sabios que leían las nubes como otros las entrañas de las aves y así predecían el futuro.
He pasado la mayoría de veranos de mi vida frente al mar. En un puerto de pescadores de la costa norte de Mallorca donde tanto las nubes como las puestas de sol sobre el mar han sido la parte más espectacular de la cotidianidad estival.
Establecí incluso una clasificación entre puestas de sol envueltas en nubes mozartianas y otras en nubes pintadas por los colores de Gauguin. Pero lo más que predecían era un día posterior calmo u otro ventoso, embelleciendo el final de la jornada.
Las nubes de verano de Emil Nolde, extrañas y misteriosas, flotan sobre lo que parece una tormenta marina de final de agosto, cuando el mar se oscurece hasta la negrura, y nos hablan más que nunca de la incertidumbre de este otoño. Como si cuando acabe el verano, fueran a regresar la Antigüedad, o los campos de Verdún.