El apuñalamiento de Salman Rushdie (Bombay, la actual Bombay, 1947) cuando participaba en un festival literario en el estado de Nueva York muestra que las culturas de los diferentes países del mundo entero no alcanzan su modernización social en diversos momentos históricos. Se ha insistido en que debemos tener paciencia, que los retrasados llegarán con el tiempo a respetar los derechos humanos validados en las democracias occidentales. Este escritor de origen indio, nacionalizado inglés, y que ahora vive en EE. UU., ha sido víctima del fundamentalismo islámico antimoderno.
El ataque ejemplifica una vez más el efecto del fanatismo con que los países autoritarios del mundo entero, Rusia, China e Irán, por mencionar a sus principales representantes, adoctrinan a sus ciudadanos y vigorizan sus peores instintos, esencialmente el culpar de cuantos males existen a los intelectuales, a la prensa, a los políticos de otro signo. Liberan así la miseria moral causada por la ignorancia y por la pobreza. En el caso de Rushdie, los fundamentalistas le han negado durante décadas el derecho a la libertad expresión, asediando con amenazas de muerte y atemorizando a cuantos le rodeaban.
Los países autoritarios adoctrinan a sus ciudadanos y vigorizan sus peores instintos, liberando la miseria moral causada por la ignorancia y la pobreza
En este festival de Chautauqua (Nueva York) donde Rushdie fue apuñalado iba a hablar del papel de los EE. UU. como refugio de los escritores exiliados, precisamente de los perseguidos como él, que encontraban en el país americano un refugio donde expresar sus opiniones con total libertad. Pero allí le esperaba un nuevo intento de cumplir la fetua de 1989 lanzada por el entonces líder supremo de Irán, el ayatola Ruhollah Jomeini, contra la persona del autor, porque consideró que la novela Los versos satánicos (1988) constituía una blasfemia contra el Islam. Este edicto pedía la ejecución de Rushdie. El actual líder religioso de Irán, Khamenei, se ha negado reiteradamente a anular el mencionado edicto. Por fortuna, los servicios secretos británicos y estadounidenses y la propia protección personal habían podido evitar hasta ahora sus consecuencias.
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Por supuesto, la vida de Rushdie, que alcanzó la fama con su extraordinaria novela Hijos de la medianoche (1981), ha estado jalonada por diversos ataques a su vida, el primero ya tuvo lugar en 1989, cuando un fanático libanés intentó matarlo con una bomba plantada en el londinense hotel Beverly House. El agresor murió cuando estaba preparando el explosivo. Sin embargo, el traductor de Rushdie al japonés, Hitoshi Igarashi, fue apuñalado en su oficina universitaria en 1991. Años después, Al-Quaeda lo puso en su lista de objetivos a eliminar.
Este gran novelista y ensayista consiguió con Hijos de la medianoche una indudable obra maestra, con la que ganó el premio Booker. Relata la historia de Saleem Sinai, quien nace en Bombay precisamente a la medianoche, el 15 de agosto de 1947, el momento histórico en que la India y Pakistán celebraban su independencia. La vida de Saleem reflejará la evolución de su país, India. La obra está narrada con una mezcla de realismo mágico, de humor, de referencias históricas y políticas, pero sobre todo trasmite la esencia humana de este gran país que emergía de años de opresión colonial. La traducción al español corrió a cargo de Miguel Sáenz, la calidad de su texto facilita el sentir profundo del mundo descrito.
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Probablemente el crispado ambiente político en EE. UU. sirvió de caldo de cultivo para este acto que en el fondo pretende robarnos la libertad de expresión
Los versos satánicos apareció unos siete años después. El título de la novela alude a una historia que aparece en una famosa biografía de Mahoma, el trabajo de un afamado comentador del Corán. Cuenta como un avión secuestrado explota sobre el sur de Inglaterra, y dos de sus pasajeros, actores indios, caen en una playa, sobreviviendo la caída. Uno, Djibriel Farisjta se convierte en el arcángel Gabriel, mientras el otro Salain Chamcha se convierte en el diablo. En fin, la novela aborda la problemática de la inmigración, las diferencias entre dos mundos que marchan a diferente velocidad, dejando al descubierto las contradicciones que marcan las relaciones del Oeste con el Este, las diferencias religiosas, y las diversas interpretaciones del pasado.
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Sin embargo, los fundamentalistas musulmanes vieron en la obra un insulto al profeta, que Rushdie presenta como un ser un poco más mundano, y la referencia colmó el enfado, pues se refiere a unos versos satánicos del Corán, que para muchos musulmanes resultan tabú y blasfemos.
Además de varias otras novelas, Rushdie publicó un libro donde contaba los años que vivió escondido en Gales, bajo el seudónimo de Joseph Anton, nombre que da título a este libro de 2012. Durante los últimos veinte años, el escritor ha vivido en Norteamérica, a salvo de los fundamentalistas, pero probablemente el crispado ambiente político creado en aquel país sirvió de caldo de cultivo para este acto incalificable que pretende en el fondo, como ya dije, robarnos la libertad de expresión, agrediendo a un icono de nuestros derechos humanos.