Santiago Muñoz Machado
Académico de la RAE y escritor
La gramática sexuada
Se puede hacer política alzándose contra la gramática. … No debe extrañar que la lucha por la igualdad de la mujer, en la que tanto queda por conseguir, haya alcanzado a las formas de hablar. Al servicio de aquella reivindicación se usan a veces, conscientemente, palabras o expresiones gramaticalmente incorrectas que no tienen otro fundamento que hacer “visible” (el gran concepto político del lenguaje inclusivo) a la mujer. Pero las mejores fuerzas de la rebelión, o las más aparatosas, se están dirigiendo contra el masculino no marcado, tradicional en nuestra lengua, que incluye los dos géneros: por ejemplo “todos”, “españoles” o “escritores”. La pretensión de abandonar esta norma en beneficio de parejas morfológicas solo diferenciadas por añadir al masculino la desinencia a ha provocado un sinfín de comentarios burlescos. No cabe duda de que el desdoblamiento masivo puede llevar a formas de expresarse ridículas, antieconómicas u horrendas ¿Cuántas obras literarias de mérito usan ese lenguaje atormentado y reiterativo?
Tengo por cierto que, en ocasiones, pueden encontrarse alternativas razonables para aliviar el excesivo dominio de las expresiones en masculino. Usarlas me parece una actitud acorde con el espíritu de nuestro tiempo. Pero no es plausible que las formas de hablar y escribir ordinarias abandonen la economía y belleza del español usual para entregarse a las letanías de masculinos y femeninos. ¿Hay alguien que las use en las comunicaciones privadas? Ni siquiera quienes defienden sin matices la política inclusiva de la lengua aspiran a implantarla en la literatura o a entronizarla canónicamente en cualquier conversación. Bien saben que no es posible. Su objetivo, no sé si consciente, es el habla oficial, la de los discursos coram populo, las leyes y las resoluciones de los organismos públicos.
No es plausible que las formas de hablar y escribir ordinarias abandonen la economía y belleza del español para entregarse a las letanías de masculinos y femeninos
Se comprende, por ello, que la vicepresidenta del Gobierno haya pedido a la RAE que informe sobre una posible revisión del lenguaje de la Constitución (redactada en “masculino”, ha dicho; tal vez sea así, pero nótese que las palabras principales de la Ley Fundamental pertenecen al género femenino: constitución, soberanía, unidad, autonomía, igualdad, libertad, propiedad, sociedad, solidaridad, nación, nacionalidad, justicia, ley, Cortes, Monarquía…). Es una honrosa encomienda que, con toda seguridad, la corporación cumplirá lealmente proponiendo lo que más convenga a la lengua española.
He comprobado, para fijar mejor el problema, que dos tercios de los 169 artículos de la Constitución quedarían afectados si se desdoblaran los masculinos o se incorporasen redacciones acordes con las guías del lenguaje inclusivo. El cambio de una palabra en cualquier norma puede afectar a su sentido, de modo que no se trataría de una simple operación lingüística, sino de la reconstrucción jurídica de cada artículo retocado. Las Cortes tendrían que discutir los nuevos textos. Y el pueblo, finalmente, se pronunciaría en referéndum; sabríamos entonces si el nuevo lenguaje tiene apoyos mayoritarios. Si fuera así, a la reforma lingüística de la Constitución tendría que seguir la de muchas leyes principales. En definitiva, la operación conduciría a un nuevo periodo constituyente. Una consecuencia insólita de la subitánea reinvención de la gramática.
Luna Miguel
Poeta
E X @
Cuande alguien quiere burlerse del lenguaje inclusive, recurre normalmente a coses come estes. Algue parecide el ñiñiñi de les niñes, pero muche més parecide al ñeñeñe de les señeres. ¿Ridícule, ne? Muy ridícule que tratemes de reducer a un chiste la realided de otres persones. Negándoles la posibilided de experimenter con un lengueje que siempre ha side cambiante.
¿Per qué ne le ibe a ser ahore? Así. Asé.
Con este tonite. Con este chistecite.
¿Es necesarie?
No. Claro que no es necesario. Pero sí efectivo: en seguida deslegitima una lucha de sudor y de sangre, reduciendo al ridículo la última punta de la lanza de su ejército. Porque el lenguaje inclusivo es eso, un arma de defensa en una batalla eterna. Un punto y seguido para una sociedad que ya ha roto con lo que era. Que de tanto bullir en silencio ha terminado por reventar.
Ese salto, que es esperanzador para muchos, a otros les acojona. Porque, recordemos, hay quien no se cansa en recalcar que “la lengua española es mi herramienta de trabajo. Necesito que sea limpia y clara para intentar contar con eficacia lo que quiero contar. Por eso no puedo permanecer indiferente cuando la vuelven confusa o la degradan. Es simple defensa propia”.
Resulta curioso que los mismos que niegan la veracidad de una lucha se apropien a su vez de las metáforas bélicas para seguir marcando posiciones. La pulcritud no tiene que ver con el cambio. Es más, si de verdad quisiéramos ser pulcros con el lenguaje y leales a la función de nuestras palabras, aceptaríamos que, cada día que pasa, nuestro idioma envejece, y que si no lo alimentamos, su madera se pudre, su plástico se derrite, su utilidad se destruye.
Si de verdad quisiéramos ser pulcros con el lenguaje y leales a la función de nuestras palabras, aceptaríamos que, cada día que pasa, nuestro idiomna envejece y su utilidad se destruye
Somos capaces de “tuitear” y de “enviar un mail” –¿recordáis cuando los ñeñeñe preferían decir “enviar un emilio”? ¡Eso sí era velar por la pureza!–, e incluso somos capaces de comer danones, y de hacer running, pero se nos caen los anillos cuando una poeta pide que no la llamemos poetisa, o cuando un profesor habla a sus alumnas si en clase son 15 contra 5, o cuando alguien exige la validación de una sílaba neutra para definirse a sí mismo como humano y no como ser sexuado: esa es la verdadera pulcritud, el ser exacto, amplio, inteligente.
Pxr esx quien decidx bxrlarse así de quixnes proponxn pensxr en xl futurx son idiotas con todas sus letras. El lenguaje inclusivo no trata de que hablemos con balbuceos, ni de que dilatemos las palabras hasta que no se comprendan. El lenguaje inclusivo no va de arrancar el papel
pintado de nuestro idioma, sino más bien de derribar los muros que atrofian las mentes de quienes no desean admitir que se equivocan.
Se equivocan, sí, porque niegan el mundo en el que vivimos, y lo que es más importante, niegan todos los mundos posibles en los que podríamos vivir. Romper, rehacer, repensar, es nuestra responsabilidad como escritoras. Como humanas con privilegios. Es mucho más que defensa propia. Es afrontar un reto. Pura literatura: o lo que es lo mismo, pura supervivencia.