Carmen Posadas
Escritora
Tanto vendes, tanto vales
En un mundo donde todo se cuantifica, se mide, y calibra con criterios comerciales era inevitable que acabara ocurriendo lo mismo con los libros. Inevitable y, según y cómo, también útil, en especial para aquellos que quieren saber qué libros son los que tienen más atractivo para el gran público. Las listas de más vendidos son por tanto un diagnóstico, una radiografía; pero un diagnóstico y una radiografía, ¿de qué?, ¿de tendencias literarias?, ¿de modas caprichosas? ¿de talento, quizá?
Creo que el mayor problema de las listas reside en una distorsión muy habitual de un tiempo a esta parte: la de confundir cantidad con calidad. Antes, al menos en el mundo literario, nadie confundía una cosa con otra. Se sabía, por ejemplo, que Marcial Lafuente Estefanía vendía infinitamente más libros que Delibes o Cela, pero a nadie se le ocurría comparar un tipo de escritura con otra. Ahora no es así. Existe una creencia general (consciente o no) según la cual el libro que más vende es el mejor, igual que el detergente que más factura es el que lava más blanco. Otro fenómeno interesante que se produce no solo en España sino en todas partes, es ver cómo ese concepto de "tanto vendes tanto vales" ha modificado el criterio de algunas editoriales a la hora de publicar autores. Hasta hace unos años, era impensable que sellos literarios incluyeran en la lista de sus autores a escritores de no muy elevada calidad pero que vendían mucho. Ahora, en cambio, hasta los sellos más prestigiosos cuentan en sus filas con escritores bastante mediocres que, precisamente por estar publicados en una de esas editoriales, adquieren automáticamente un aura de calidad literaria. Es lo que los anglosajones llaman una win win situation, es decir "todos ganamos". Las editoriales aumentan su cuenta de resultados, lo que les permite publicar a autores menos comerciales y, de paso, crean con esos escritores que venden tanto un supuesto fenómeno literario que no solo los beneficia a ellos sino también a los libreros, a los distribuidores y por supuesto los autores en cuestión, que de pronto se ven codeándose con los escritores de más talento.
"Existe una creencia general (consciente o no) según la cual el libro que más vende es el mejor, igual que el detergente que más factura es el que lava más blanco"
Talento: he ahí la palabra clave. ¿Cómo se mide? El talento literario no es, lamentablemente, tan fácil de evaluar como el deportivo. En el fútbol o en el tenis el dictamen es inapelable. El mejor deportista es el que mete más goles o el que figura como número uno de la ATP, no hay discusión. En literatura en cambio se calibran –o deberían calibrarse– las cosas de otro modo. En realidad, el único que a la larga otorga (o retira) el título de talentoso a un escritor es el tiempo. Y hasta que él sancione, nosotros, los lectores, con la lista de libros más vendidos en la mano, lo único que podemos hacer es dejarnos orientar por ellas. Pero recurriendo siempre a ese viejo músculo cada vez más atrofiado en el mundo actual que es el criterio propio. Porque al fin y al cabo y hasta que el tiempo haga su labor de limpiar y dar esplendor, el mejor escritor, al menos para mí, aquel que me conturba, me interroga y vapulea, el que me abre una puerta hacia una dimensión que desconocía.
Alberto Olmos
Escritor
Un estadillo de tendero
Sería distinto el debate si las listas de más vendidos no fueran otra cosa que las listas de los libros que nos quieren vender. Es difícil fiarse de la lista de un suplemento, de la lista de la Fnac, de las listas de Amazon y hasta de las listas de una librería en Alcorcón, librería concreta donde, de hecho, paro mucho. La lista de Fábula, ahí en San José de Valderas, a lo mejor es la única de la que me fío.
"Como lo normal es mentir sobre las ventas, porque la verdad es demasiado unánime, un panel de diez obras que supuestamente venden más no es otra cosa que publicidad gratuita"
A veces, cuando los visito, les pido que me enseñen la lista de más vendidos de CEGAL. Aunque también está on line, en la Red no se incluye el dato exacto de ejemplares vendidos. Es simpático recorrer los cien libros más vendidos en todas las librerías independientes integradas en CEGAL y ver que no aparecen muchos de los que, en las redes, dicen estar ya en quinta edición y haber despachado dos mil ejemplares en una semana. Basta vender 100 ejemplares en una semana para estar entre los 100 más vendidos.
Entiendo que Fábula tenga su lista, y que la haga cierta y fiable, porque es un negocio, y el lector confuso, acogotado de novedades, no es raro que tome del anaquel convertido en podio uno de esos libros que, en su propio pueblo, otros están leyendo.
Más difícil es creerse la lista de Amazon. Muchos autores de autoedición (hipótesis 1) compran sus propios libros para figurar en ella, amén de que hay un algoritmo (hipótesis 2) que te recomienda y sugiere, que te informa y orienta, sin otro objetivo que el de que compres algo más. Hay que dar constantemente desde las listas la impresión de que se están vendiendo muchos libros y de que los escritores se mueren por entrar en esa lista.
Como lo normal es mentir sobre las ventas, porque la verdad es demasiado unánime, un panel de diez obras que supuestamente venden más no es otra cosa que publicidad gratuita en un suplemento, y precisamente de muchas de esas obras que el propio suplemento no se digna a considerar.
Además, decirnos los diez libros que más venden es no decirnos nada, porque hay como 10.000 novedades de creación literaria cada año y decenas de ellas, siendo muy buenas, pasan desapercibidas. La gente ya sabe lo que sí se está leyendo porque lo ve en el Metro. Lo que la gente no sabe, y hay que decirle, es lo que se está escribiendo
Ni los suplementos ni sus críticos, ni los que de vez en cuando utilizan su púlpito para recomendar un libro, deben prestar atención alguna al Talent Show de los más vendidos, que son los que, como esos chicos de Operación Triunfo, tienen como destino un olvido más aparatoso. Nadie entra en prensa cultural para saber qué se vende más y ningún libro vende muchísimo más por salir ni siquiera en la portada de una revista literaria. Son competiciones estancas.
Así las cosas, la famosa lista, que casi siempre se hace a ojo, si no se manipula con total descaro, es un inventario vano, un estadillo de tendero, y un simple pudor mercantil sugiere que no hay mejor sitio para la contabilidad que el cajón.