Rafael Bachiller
Astrónomo. Director del Observatorio Astronómico Nacional
La navaja de Ockham nos da la respuesta
Poco después de la medianoche del 11 de octubre de 2019, los cielos del noreste de China se vieron iluminados por la caída de una espectacular bola de fuego. No era algo inhabitual ya que, en esa época del año, la Tierra atraviesa el anillo de escombros dejados a su paso por el cometa Halley, creándose así la lluvia de estrellas de las Oriónidas. Sin embargo, el heterodoxo astrónomo Chandra Wickramasinghe debió de ver algo extraordinario en ello, pues poco después de la explosión de la crisis del Covid-19, no tardó en hacer unas polémicas declaraciones en las que aseguraba que era probable que el meteorito contuviese un monocultivo del maldito virus y que, al depositarlo sobre China, habría dado origen a la pandemia.
Discípulo y colaborador del gran Fred Hoyle, Wickramasinghe lleva más de cuatro largas décadas defendiendo la idea de la panspermia, argumentando que las primeras formas de vida llegaron a la Tierra desde el espacio y que, gracias a los cometas, la vida puede extenderse por el universo. En 1979, Hoyle y Wickramasinghe publicaron su polémico libro Diseases from space en el que atribuían un origen extraterrestre a algunas enfermedades como la polio, la enfermedad de las vacas locas y la gripe (mal llamada española) de 1918.
"Estas teorías no son aceptadas por la comunidad científica porque no hay ninguna prueba de que un organismo vivo pueda sobrevivir mucho tiempo en las condiciones extremas que se dan en el espacio exterior."
Estas teorías no son aceptadas por la comunidad científica por razones muy sencillas. No hay ninguna prueba de que un organismo vivo pueda sobrevivir mucho tiempo en las condiciones extremas de temperatura, presión y radiación ambiente que se dan el espacio exterior. Y, además, los meteoritos que llegan a la atmósfera terrestre se calcinan a temperaturas que superan los 1.500 grados Celsius, lo que terminaría con cualquier rastro de vida que podamos imaginar.
Los argumentos a favor del origen terrestre del Covid-19 son también muy sencillos y abrumadores. Este virus tiene una estructura que lo emparenta directamente con otros coronavirus ya existentes en nuestro planeta como los de las enfermedades SARS y MERS. Son virus que han dado el salto del mundo animal a los humanos mediante mecanismos de adaptación y mutación que están bien descritos por la ciencia ortodoxa.
Que el virus sobreviviese alegremente a un viaje extraterrestre en condiciones rotundamente hostiles, que continuase indemne su viaje mientras su nave espacial se calcinaba durante la violenta caída en la Tierra y que, además, ese virus alien hubiese sufrido una evolución paralela a la de otros virus que iban evolucionando independientemente en la Tierra, todo esto es una cadena de hipótesis muy complejas que, para hacerse creíble, necesitaría de una cadena de demostraciones proporcionales. Confrontada esta cadena de complejas hipótesis a la infinitamente más sencilla de la zoonosis, la navaja de Ockham no nos deja ninguna duda: el Covid-19 no tiene nada de extraterrestre. Argumentos similares pueden aplicarse contra las ideas de la panspermia. Tan extraordinarias teorías requieren, al menos, las ordinarias demostraciones del método científico. Pluralitas non est ponenda sine necessitate.
Carlos Briones
Investigador del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA)
Un virus que sí es de este mundo
Vivimos inmersos en la pandemia de Covid-19, producida por el coronavirus SARS-CoV-2. Mientras el personal sanitario y los científicos trabajan para controlar las infecciones y desarrollar tanto fármacos como vacunas, los bulos y las teorías conspiranoicas se están propagando a mayor velocidad que el propio patógeno. Entre las ideas sin fundamento científico, algunos opinadores afirmaron que éste es un virus artificial, fabricado en un laboratorio. Pero se ha podido demostrar que no es así: como todos los demás virus, el SARS-CoV-2 tiene un origen natural y es producto de la evolución biológica.
En cualquier caso, la propuesta más imaginativa sobre su origen ha partido de un científico emérito, que ya nos tiene acostumbrados a hipótesis entre aventuradas y delirantes cuando se pronuncia sobre estos temas. Se trata del astrofísico (con todo mi respeto por esta rama de la ciencia, llena de investigadores brillantes) Chandra Wickramasinghe, que a sus 81 años continúa afirmando que muchos virus y otros patógenos causantes de enfermedades provienen del espacio exterior.
"Algunos autores han propuesto que gran parte de las epidemias y pandemias sufridas por la humanidad se debieron a la caída desde el cielo de los patógenos responsables. Pseudociencia. Pura magia."
Junto a su mentor, el astrónomo Fred Hoyle (fallecido en 2001), ha sido el principal defensor durante las últimas décadas de la hipótesis de la “panspermia microbiana” o “litopanspermia”, ya planteada por Anaxágoras en el siglo V antes de nuestra era. Según ella, en la infancia de la Tierra llegaron microorganismos viables a bordo de meteoritos y núcleos de cometas. Pero no existe ninguna prueba sobre esto, mientras que sí sabemos que dichos mensajeros del espacio aportaron muchas moléculas orgánicas pequeñas que se combinaron con las originadas en nuestro planeta, formando una“sopa prebiótica” de la que acabó surgiendo la vida. A pesar de esa falta de evidencia experimental u observacional, insistiendo en sus ideas ambos autores propusieron que gran parte de las epidemias y pandemias de la humanidad (incluyendo la gripe de 1918) se debieron a la caída desde el cielo de los patógenos responsables. Así lo afirmaron en su polémico libro Enfermedades desde el espacio, publicado en 1979 y ampliamente contestado desde todos los ámbitos de la ciencia y la medicina.
Siguiendo esa tradición, Wickramasinghe ha propuesto hace unas semanas que el origen de la pandemia de Covid-19 está en una lluvia de meteoritos observada desde el sur de China en octubre de 2019. Según él, los minúsculos fragmentos de esa cola cometaria que se desintegraron en la atmósfera habrían depositado sobre la superficie terrestre el SARS-CoV-2, listo para infectarnos. Ante ello nos surgen muchas y muy variadas preguntas, ninguna de las cuales encuentra respuestas razonables. Porque en realidad se trata de una propuesta absurda, no apoyada por ninguna prueba científica, directa ni indirecta. Pseudociencia. Pura magia. Tenemos cuestiones más urgentes en relación al SARS-CoV-2 y a la pandemia que ha paralizado el planeta. Y también hay muchos otros temas interesantes en astrobiología, como la búsqueda de auténticas señales de vida fuera de este punto azulpálido. En todo ello estamos.