¿Es viable la música orquestal en tiempos de Covid?
Viajar en aviones llenos para tocar en auditorios vacíos. La paradoja da pie a preguntarse hasta qué punto es viable la música orquestal en tiempos de Covid. Miguel Colom y Tomás Marco dan las claves para volver a disfrutarla en los auditorios
21 septiembre, 2020 10:15Tomás Marco
Compositor
Normalidad del concierto sinfónico
Si es incontrovertible que la pandemia ha llevado el desastre a todos los aspectos de la vida tal como se conocía, en algunos casos se acentúa aún más y entre ellos están a la cabeza las artes escénicas: teatro y concierto. Nadie puede conjeturar qué va a pasar en los conciertos sinfónicos y en las óperas en la temporada que ahora empieza pero, si no queremos que el mal sea irreparable –y ya hay más de un político frotándose las manos ante la posibilidad de suprimir orquestas y recortar presupuestos– deberíamos intentar que, con las debidas precauciones, todo se desarrollara lo más parecido a la normalidad de antes, que es la auténtica, puesto que lo de la ‘nueva normalidad’ suena igual que cuando el franquismo hablaba de la ‘verdadera libertad’. Las cosas son lo que son, mejor sin adjetivos.
"Sería bueno evitar las tertulias de las entradas, salidas e intermedios y volver a un concierto solo para escuchar música. Se alejará así el peligro de convertirlos en parques temáticos."
El Festival de Granada ha dado una verdadera lección de cómo se pueden efectuar conciertos sinfónicos con riesgo muy reducido y ni allí ni en las representaciones teatrales dadas en otros lugares se ha sabido de contagio alguno. No vale el argumento del aire libre puesto que si las salas se ventilan como se debe el resultado debería ser igual. Es verdad que nos veremos obligados a reducir algo el aforo, pero no drásticamente, y a llevar mascarilla los espectadores y probablemente también los músicos que no sean de viento o cantantes y a separar un tanto los atriles o a que un acto cultural vuelva ser solo un acto cultural y no predominantemente social puesto que sería bueno no tener intermedios y evitar las tertulias de entrada y salida. Volveremos a ir a un concierto para escuchar música que es para lo que se crearon. Porque más contaminante que el grupo en sí es la efusión del grupo. Ese es peligro de los botellones, funerales, bodas y fiestas familiares y de cualquier otra reunión donde la gente se dedica a abrazarse y rozarse más de lo debido. Podemos renunciar de momento a eso, e incluso a la bobada del saludo con el codo que es perfectamente evitable. Quizá es por nuestra propensión a esa efusividad por lo que aquí suben los contagios más que en otros países donde no acostumbran a toquetearse tanto.
El concierto sinfónico tendrá que tomar precauciones como cualquier otra cosa, pero también se agradecería no solo la profusión de normas de seguridad, sino que estas sean coherentes y casen entre sí. Como muy bien ha dicho Carlos Álvarez a propósito de la ópera en Coruña, no es lógico viajar en un avión repleto para luego cantar en un teatro vacío.
Si lo hacemos bien, los conciertos sinfónicos se salvarán. Y además será positivo puesto que en esa doble condición que tienen de cultura y espectáculo se alejarán un poco del peligro que iban teniendo de convertirse en simples parques temáticos. Si se hace mal, o se empiezan a suprimir temporadas y conciertos porque sí, acabaremos matándolo, desapareciendo orquestas y mandando músicos al paro, silo tienen, y que el parque temático acabe siendo solamente virtual. .
Miguel Colom
Concertino de la OCNE
A mayor incertidumbre, más cultura
Viajamos en trenes y aviones abarrotados, llegamos al escenario para colocarnos a metro y medio de distancia y cuando termina el concierto vamos a tomar unas cervezas juntos. La sensación de incertidumbre abre paso a la impresión de estar padeciendo algunas contradicciones. Resulta difícil de encajar que algunos protocolos deban ser más estrictos que otros.
Mascarillas, público y plantilla orquestal reducidas, distancia entre atriles, pantallas, programación adaptada, reducción de descansos y de comunicación rompen las formas en las que se había establecido el ritual de ensayos y conciertos. El esfuerzo es enorme y gracias a ello creemos que podremos hacer música conteniendo la probabilidad de contagios, tanto en los músicos como entre el público, incidiendo de la menor manera posible en los resultados de nuestra actividad.
Pese a todo ello, se percibe y se palpa gran ilusión en el público y un enorme entusiasmo en las orquestas. Ahora bien, muchas preguntas surgen ante el inicio de la temporada sinfónica: ¿Podremos hacer programas sinfónicos grandes esta temporada? ¿Habrá buena respuesta de público? ¿Será el momento de buscar una evolución hacia el mundo digital y que los conciertos en streaming hayan venido para quedarse? ¿Podrán venir todos los directores y solistas del extranjero? ¿Tendremos estudios concluyentes sobre cómo abordar la interpretación en grupo evitando los riesgos? ¿Cuándo va a acabar este asunto?
"Mascarillas, público y plantilla orquestal reducidas, distancia entre atriles, pantallas, reducción de descansos… Pese a todo, se palpa una gran ilusión en la gente y entusiasmo en los músicos."
La resiliencia de la cultura es formidable. Pero las peculiares circunstancias que nos ha tocado vivir en esta época han puesto en muy serias dificultades la continuidad de colectivos de artistas y sus equipos de apoyo. Magníficos músicos autónomos o freelance están viendo comprometida la continuidad de su actividad artística y su futuro profesional. La sociedad ve cómo se están perdiendo recursos artísticos, mientras las instituciones culturales se diluyen en el persistente debate de la alta política, la fragilidad normativa y estructural de nuestro entorno, y las diferencias de criterio entre administraciones de países, regiones, ciudades y organizaciones.
Hay orquestas en Europa que han decidido doblar el número de conciertos, otras interpretan sin mascarilla, algunas reducen el número de profesores, otras exploran repertorios más camerísticos... Como dice el profesor Daniel Innerarity, estamos dejando atrás el mundo de las certezas y la autosuficiencia. Estamos ya en un mundo de información incompleta y, por tanto, de decisiones arriesgadas. Es curioso que estas sean características frecuentemente asociadas a nuestro mundo, el de la creación artística. ¿Y si el arte fuera en realidad la mayor de las certezas?
Saldremos de esta, y saldremos reforzados para resistir futuros envites. Más que volver a la situación anterior, el reto es considerar nuevos valores, organización y perspectivas. .